Messi, Capone del balompié

Muchos son los parecidos entre el entorno mafioso del Chicago de los años 30 y el entorno futbolístico que mueve el fútbol en nuestro país en el siglo XXI.

Ya antes, durante el régimen dictatorial anterior a la Constitución, los poderes públicos utilizaron el «deporte rey» -qué cliché más odioso y ombliguista- para adormecer a una depauperada población que pedía salir del aislacionismo, convirtiendo las victorias del Real Madrid en algo semejante a esa «Marca España» que tanto oimos, y que no deja de ser el epicentro del patriotismo más casposillo.

Lejos de sufrir una transformación con el régimen democrático, el fútbol ha continuado siendo panem et circem para la plebe, que vomita sus frustraciones más profundas -del tipo que sean, familiares, económicas, etc.- vilipendiando al árbitro o al rival deportivo.

Las cosas que han cambiado no son nada positivas, sino más bien todo lo contrario: los protagonistas del circo han pasado de ser unos meros burgueses cuando colgaban las botas -un central que jugaba en los 90 en mi equipo regenta un bar cercano a casa- a ser unos mercenarios, jóvenes que ganan millones de euros sin ninguna preparación, no ya para gestionar su patrimonio, sino para la gestión de su propia vida personal. Y así es como aparecieron los famosos «representantes», algunos de ellos de fama internacional y sede en todo el mundo, que son el lado más chusco y zafio de la camorra periodístico-futbolera. Digamos que serían el tipo tatuado, gordo, mal afeitado y feísimo de las películas de Cópola.

El otro cambio se ha producido en el seno de la competición, que ha dejado de ser tal para convertirse en un chalaneo entre dos equipos que han ido hundiendo, poco a poco, al resto, hasta hacerles meras comparsas de récords, ligas y trofeos.

Para llegar a esta situación han tenido que concurrir muchas circunstancias y, aunque no resulte creíble, alguna de ellas ha sido de tipo tributario, y a ello voy.

La primera intrahistoria futbolística se produce cuando empezaron a aumentar exponencialmente los salarios de los futbolistas. Entonces, empezó una generalizada simulación contractual consistente en que parte del sueldo se cobraba a través de sociedades instrumentales, normalmente localizadas en paraísos fiscales o zonas de baja tributación. Ello se formalizaba entre clubes, los grandes patronos de este tipo de fraude porque son los que prometen un cobro «neto de impuestos» a las figuras que contratan, y futbolistas, a través de los archiconocidos derechos de imagen.

Un plan de inspección masivo -que aún está por recaudar, por cierto, porque los clubes han tenido privilegios en la tramitación de los procedimientos tributarios de recaudación- y un cambio normativo en la Ley del IRPF dieron al traste con semejante defraudación, mientras los clubes empezaban a hundirse en la miseria porque el chollo de las televisiones -eclosión de diversas cadenas de pago- no era tal, y las subvenciones públicas de los correspondientes ayuntamientos más las cuotas de los abonados no daban para mucho.

Hasta qué punto el fútbol es un negocio siciliano es algo que se observa viendo el número de participantes en competiciones domésticas en Europa, y comparándolo con nuestras Ligas -Primera y Segunda División-. En Europa los participantes suelen ser 18 equipos en cada una de ellas; aquí, tenemos 20 en Primera y 22 en Segunda; y todo por el disparate de permitir en su día que dos equipos morosos -con todos los contribuyentes- se mantuvieran en Primera División tras unas lamentables manifestaciones populares en las respectivas ciudades: Sevilla y Vigo. Un episodio patético que recuerdo como si fuera ayer.

Volviendo al itinerario fiscal, tan importante era el fútbol para los gobernantes que se creó un régimen especial de tributación para los extranjeros -técnicamente, no residentes- que venían a jugar a España cobrando cantidades de euros vergonzantes: el régimen de impatriados, que ha permitido que mentes privilegiadas como Beckham, Ronaldinho o Cristiano Ronaldo aportaran al fisco un 24% -actualmente, 24,75%- de sus rentas, en lugar del 56% que pagan el resto de rentas altas en, verbigracia, Cataluña.

Un disparate, quizás bienintencionado, pero un disparate al fin y al cabo, al que se dio fin hace pocos años mediante una acotación del régimen -absurda, técnicamente- a sueldos hasta 600.000 euros. Aún recuerdo que, cuando se estaba tramitando parlamentariamente el cambio, un futbolista tuvo que agarrar un avión inesperadamente cuando estaba de vacaciones con su familia, para poder aterrizar en España antes de 31 de diciembre y, así, que no le fuera aplicable el nuevo régimen en virtud de una cláusula transitoria de la ley malísimamente redactada (o no): era un tal Chori -buen nombre, para un miembro de la mafia-, que iba a jugar, y fracasar, en el Valencia FC.

Fíjense si el régimen tributario en cuestión es trascendente para los clubes que el coste laboral de Cristiano Ronaldo para el Real Madrid, con el nuevo contrato, se le dispararía un 30% aproximadamente en sueldo bruto…y, claro, quien le rebaja el salario a ese chaval que, casualmente (o no) ahora empieza a poner pegas para su renovación.

Y a todo esto nos encontramos con la noticia de que un chaval que a todos nos parecía humilde y sensato como Messi -a salvo de las hormonas de crecimiento que pueda haber tomado desde crío-, resulta que es imputado por delito fiscal, al haber utilizado un entramado fiduciario en el extranjero para defraudar al fisco español. Parece ser que el conchaveo de esta tipología defraudatoria tiene tres partes -club (siempre el patrón del cuento), televisión (regional, obvia decirlo) y deportista-, de modo que se simula que parte de su sueldo no se cobra del club al que pertenece, sino que lo paga un tercero «no vinculado», la tele pública que, también, pagamos todos los contribuyentes.

Obviamente, cuando asumamos el cierre de las televisiones públicas como algo sano, como ha ocurrido en Grecia, este montaje desaparecerá y se creará uno nuevo, pero por ahora parece ser -no tengo datos, lo reconozco- ha ido dando su juego en casos muy concretos.

Y, nuevamente, el pueblo tiene algo de lo que hablar, alguien a quien defender, atacar, mofarse, algo que le evade de sus problemas diarios, sin que sea ese hierático Bárcenas, del que ya era sabida su afición al dinero de todos y que con esa pinta de detective de serie B no da tanto juego como el niño bueno de Messi, con sus carreras hacia la meta rival, sus zigzagueos por el área, ese chaval de la cantera al que le quieren hacer daño, destruir su ¿carrera?

En fin, es conocido que al jefe de la camorra de los años 30 -Al Capone- se le logró encarcelar por delito fiscal y no por los múltiples tipos penales -asesinatos, blanqueos, falsedades, tráficos…- que había cometido. Ahora parece que Messi va a iniciar esa senda, pero no se preocupen, que no lo veremos en prisión y, probablemente, se sobreseerá el expediente más cerca que tarde.

Y el Madrid y el Barcelona continuarán cobrando más del 50% de los derechos de televisión de toda la Liga -en otros países, los clubes más laureados no llegan a cobrar ni el doble que el último clasificado-, anulando al resto. Y esos equipos continuarán batiendo récords y más récords, y ganando trofeos de todo tipo. Y continuarán pagando los sueldos más astronómicos del planeta -en plena crisis-. Y los otros clubes tergiversarán las leyes concursales para poder malvivir, seguirán tirando del dinero público de unos ayuntamientos en ruina y, colorín colorado, este partido se ha acabado…

0 pensamientos en “Messi, Capone del balompié

  1. Javier Gomez Taboada

    No puedo sino mostrar todo mi reconocimiento a la demostración de valentía e independencia de criterio que se manifiesta en este «post». Respecto al episodio del Celta y del Sevilla, traigo aquí a colación las magistrales consideraciones que le merecieron a Alejandro Nieto («La nueva organización del desgobierno», Ariel): «Los españoles no tienen conciencia de que las leyes han de ser cumplidas y se creen que son entretenimientos con los que los políticos y parlamentarios justifican su existencia. Así sucede en todos los terrenos y no hay mejor ejemplo para comprobarlo que lo sucedido el año 1995 con los clubs de futbol. Poco antes se habia publicado una ley que condicionaba la permanencia en primera división al cumplimiento de determinados requisitos formales (…): algo perfectamente sabido por todo el mundo, dada la popularidad de este deporte y, en especial, por los presidentes responsables de tal cumplimiento. Pues bien, llego el dia fatídico y resulto que dos importantes clubs no lo habían realizado por lo que, por imperativo legal que no ofrecía dudas interpretativas, fueron descendidos por resolución ministerial a otra división. Pero a nadie se le paso por la cabeza que la ley era un papel mojado y la amenaza de descenso una simple fanfarronada. Se movilizaron los socios, se organizaron manifestaciones callejeras y se paralizaron las sanciones, pareciendo a todos este proceso como una cosa muy natural (y de hecho así lo era) ya que las leyes no se toman en serio por nadie: no por quienes las dictan ni por quienes tienen que cumplirlas.»

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  2. Juan Castro

    Suscribo plenamente las líneas de este post. Sobre todo una afirmación inicial: «pan y circo». Ya son más de 2.000 años de este ardid que, a día de hoy, sigue funcionando tan bien o mejor que el primer día que se puso en práctica. Me ha gustado este «aviso a navegantes» en el que se ha utilizado a uno de los miembros más altos de la pirámide futbolística. Sólo espero y deseo que estas actuaciones no se queden en una mera maniobra publicitaria del Ministerio dirigido por el Señor Montoro y tengan los arrestos, por así decirlo, de llegar hasta el final. Y el final al que me refiero es una modificación de la gestión presupuestaria del Ministerio en el que se pase de utilizar el 80% de la dotación del mismo a perseguir a pequeños contribuyentes que representan, a su vez, menos del 30% del fraude fiscal, a destinar ese mismo porcentaje a controlar a los grandes defraudadores, que aunque son minoría, suponen la mayor bolsa de fraude del país.

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  3. Rossana

    Me gusta mucho cómo el tema tributario es abordado a través de este artículo, y sin lugar a dudas es un problema latente en otros países como el Ecuador, en el que se está empezando con una cultura tributaria, que muchos quieren sabotearla y eso incluye los equipos de fútbol.

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