Villar Palasí, como ejemplo

No seré yo el que se atreva a glosar la vida y obra del que fuera ministro, catedrático de Derecho administrativo, Letrado del Consejo de Estado y Presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas don José Luis Villar Palasí.

Conozco su obra jurídica de soslayo, posiblemente a la sombra de ese grande entre los grandes que fue García de Enterría, con quien coincidió opositando ambos al cuerpo jurídico del Consejo de Estado.

Su labor al frente del ministerio de Educación sí me resulta cercana, pues no en vano fue el padre de la Ley General de Educación que dio lugar a la EGB y al BUP que cursé y que tanto añoro ahora como docente y como padre.

Y por lo que se refiere a su persona, su valor humano, me era totalmente desconocido hasta hace bien poco, cuando saltó a los medios una noticia sobre la infame voluntad de uno de estos grupos políticos disparatadamente hipócritas, que reniegan del régimen que tanto esfuerzo nos ha costado configurar.

Concretamente, se promovía la eliminación de su nombre de varios colegios públicos de Valencia, por el mero hecho -un auténtico crimen, según el ideario políticamente correcto- de ser un ministro de la época de Franco. El primer comentario que leí al respecto, desgarrador, era de su hijo José Luis -a quien no tengo el placer de conocer pero con el que, por lo poco que le he leído en las redes sociales, creo que podría irme perfectamente a tomar varias cañas-, hermano de Marta con quien coincido desde hace poco en una institución a la que perteneció también el insigne difunto.

A partir de ahí, se han ido sucediendo escritos de diversos órdenes para tratar de hacer frente a esa propuesta, defendiendo la obra y la memoria del ex ministro, entre otros, de dos personas con las que me considero intelectualmente cercano -en pensamiento, que no en materia gris, en lo que me superan con creces-: Francisco Sosa Wagner y José Ramón Chaves. Catedrático de Derecho administrativo el primero, y magistrado del orden contencioso-administrativo el segundo; ambos con una vis hacia lo público -seres sociales- muy patente.

Parece que, a dicho intelectual finado, le puede deparar poco más o menos que lo que le pasó a Dalí en vida, a quien otra innombrable política -encargada de los menesteres de Educación de la localidad donde residía el genio- le quitó su nombre de una plaza por declararse español y catalán, lo que al fin tuvo funestas consecuencias para Figueras.

Vivimos momentos de zozobra social. El ámbito público ha visto como su amplio espacio es ocupado por unos nuevos partidos cuyo paradigma se basa en aprovechar las virtudes del sistema para destruirlo desde dentro, mediante el uso de la demagogia y la hipocresía en grado supino. A ello se le une el auge del nacionalismo sentimentaloide de siempre, desaforado tras la crisis económica, compartiendo espacio -y recursos públicos- con unos partidos tradicionales incapaces de remover los cimientos carcomidos del sistema, pues ello haría palpables las corruptelas y el clientelismo político que les lastra. La mediocridad y la cobardía han hecho arraigo en la res pública.

Con este panorama, no nos resulta extraño que se presenten a unas elecciones para ser cargos públicos personas fugitivas o encarceladas, ni que la vicealcaldesa de Zaragoza ponga en duda el uso de la palabra «asesinato» ante la muerte -acribillados- de dos guardias civiles a manos de un ex militar serbio, por no hablar de la execrable actitud del alcalde de esa misma ciudad en el minuto de silencio por el también asesinato, cobarde, traicionero, de un hombre por el crimen de llevar unos tirantes con los colores de la enseña nacional.

Crimen, por cierto, y perdóneseme la digresión, que yo cometo con una regularidad británica todos los días de mi vida, pues porto varios enseres -visible alguno de ellos- con los colores del vino de jerez y el vinillo de Rioja que mi padre, q.e.p.d., defendió tres años, alistado voluntariamente a los diecisiete añitos, en el desierto africano. Caballero legionario y catalán, como Víctor Laínez y como la primera bandera de voluntarios al Tercio de Extranjeros.

En fin, aparte del desahogo personal, todo este introito trae causa de informar al lector de una iniciativa llevada a cabo por unos profesores de derecho administrativo en memoria de José Luis Villar Palasí, consistente en que aquellos profesores de derecho publico y profesionales especializados del sector que lo deseen, pongan su sello en una carta que se piensa dirigir al diario Las Provincias para solicitar la retirada del proyecto de cambio de nomenclatura de esos colegios que honran a tan noble difunto.

En tal caso, y si desean más información sobre el contenido de la misiva, pueden remitir un correo electrónico a la dirección siguiente: endefensavillarpalasi@gmail.com.

Yo no lo he dudado ni un segundo. Por Villar Palasí, por Víctor Laínez, por la pareja de guardias civiles recientemente fallecida en acto de servicio y, sobre todo, por mí.

Y si necesitan más información del objeto de debate:

https://delajusticia.com/2017/12/10/villar-palasi-no-merece-el-olvido/

http://www.lasprovincias.es/comunitat/opinion/defendiendo-jose-luis-20171214004331-ntvo.html

http://www.europapress.es/comunitat-valenciana/noticia-pspv-exige-cambio-nombre-colegios-aun-mantienen-referencias-franquismo-20171207120200.html

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