Entonces…, ¿qué hacemos con el Derecho?

En estas Navidades he aprovechado para leer “Alegría”, la nueva -y magnífica- ¿novela? de Manuel Vilas que, obviamente, engarza con su ya sublime “Ordesa”. El estilo de Vilas es estrambótico: expone sus reflexiones a borbotones, muchas veces sin -aparente- orden ni concierto, casi como una mera sucesión de ideas según van brotando. Así, comparte con el lector sus pensamientos acerca de la muerte, la vida, la paternidad, la belleza, la elegancia, la tristeza, la depresión, la muerte -¡otra vez!-, el tiempo, lo fugaz e irrepetible de lo cotidiano, el amor, el dolor, la suerte, las relaciones humanas, la muerte -sí, ¡otra vez!-, …

Todo ello de un modo tal que sus lecciones de vida se te meten en vena, y vienen a coincidir en no pocos aspectos con los que, de un modo u otro, algunos (si no todos) nos hemos planteado alguna vez. Es decir, que pese a su en apariencia aspecto caótico, su exposición tiene un hilo conductor y eso, quizá, sea una de las claves de su éxito.

Estas últimas semanas, en España, han sido prolijas en acontecimientos relevantes. Imagino que tendríamos que remontarnos varios lustros -cuando no décadas- para encontrar unas fechas navideñas tan trepidantes en lo que a la agenda pública se refiere. Éste, es obvio, no es un blog político -ni, al menos en lo que a mí respecta, pretende serlo-pero ello no es óbice para que, también a borbotones -emulando (perdóneseme la osadía) a Vilas-, traiga aquí a colación varias lecturas que, aunque sin aparente conexión, mantienen entre sí cierta coherencia en el relato; y todo ello respecto -precisamente- a lo sucedido estos días. Veamos:

“Hegel fue de los primeros pensadores en reflexionar sobre el Estado moderno. Sus preguntas giraban en torno a dos conceptos políticos: ¿de qué manera se pueden conciliar la libertad personal y las leyes del Estado? ¿Qué validez tienen la moralidad y el desarrollo individual, la economía y el bienestar, la libertad de prensa y artística y la dignidad de las instituciones?”. “Hegel, un filósofo con dos caras” José Segovia (XL Semanal, nº 1680).

“Progreso no significa mucho desde un punto de vista programático o ideológico: es una fórmula autosatisfecha que indica que no se piensa llegar a ningún acuerdo con la derecha española. Toda fuerza centrífuga es una fuerza de progreso (salvo si no apoya el pacto). La crítica será una muestra de espíritu apocalíptico, histeria o maldad. Las concesiones se relativizarán. Se argumenta: ¿qué más da cambiar una palabra, si así se quedan más tranquilos? Uno de los peligros de esa táctica es la arrogancia. Es un juego de trileros que saben que lo son, pero nada garantiza que vayas a ganar tú. Ni garantiza que luego seas capaz de salir de la situación que has creado”. “La coalición de los trileros” Daniel Gascón (El País, 4/1/2020).

“Hay una nueva palabra tabú en nuestro vocabulario político. La nueva palabra tabú emerge por la tozudez con que se la omite y los rodeos que la reemplazan. ¿Qué es lo que esconde pues el recurso a estas expresiones ayunas de significado, redundantes o, según una lectura menos clemente, en el límite del absurdo? La necesidad de no pronunciar otra, que es, sin lugar a dudas, la propia y natural, pero que por mor de la coyuntura y de determinadas consideraciones tácticas ha devenido de mal tono y aun contraproducente: constitución”. “¿Una nueva palabra tabú?” Lorenzo Silva (El Español, 4/1/2020).

“También nos preocupa especialmente como juristas que somos el creciente relato que contrapone la “voluntad popular” a la “ley” olvidando que en una democracia la primera se manifiesta a través de la segunda, puesto que nuestros parlamentos son democráticos. No hay por tanto tal contraposición; sin Estado de Derecho (democrático como es el nuestro) no hay democracia posible. Lo hemos dicho y lo repetiremos porque es muy importante. El Estado de Derecho que conocemos hoy en España es una conquista histórica insoslayable y el dique que nos pone a salvo de arbitrariedades, injusticias y tiranías. Que no lo son menos porque vengan de una mayoría. En democracia si las leyes no gustan, se cambian por los procedimientos establecidos y con los límites previstos en la Constitución.

También estemos en guardia frente a los cantos de sirena que hablan de desjudicializar la política: si con eso quieren decir acudir menos a los tribunales de justicia nos parece razonable, somos los primeros que hemos dicho que no todo es Derecho, y menos Derecho penal, que es lo que suelen entender nuestros políticos de turno. Pero, dicho eso, si los políticos, por las razones que sean (incluidas las razones políticas) incumplen la Ley, no cabe más remedio que aplicársela como al resto de la ciudadanía. Claro que lo ideal es que nuestros representantes se ajustasen escrupulosamente al ordenamiento vigente; es más, es lo que juran o prometen al tomar posesión de sus cargos. Pero visto lo visto, hay que ser realista: la tentación de sentirse por encima de la Ley es muy grande, y arrecia en tiempos de demagogia, populismo e iliberalismo. Por tanto, si para garantizar dicho cumplimiento hay que acudir a los Tribunales de Justicia habrá que hacerlo”. “Nuevo gobierno y nueva etapa. Con la democracia liberal y el Estado de Derecho” Los editores (“Hay derecho”, 8/1/2020).

“Por supuesto, resulta muy difícil medir las consecuencias de una decisión grave. Y las decisiones graves suelen adoptarse por razones muy discutibles”. “Consecuencias” Enric González (El País, 5/1/2020). Bien es cierto que su tribuna no versaba sobre los sucesos en España, pero su afirmación viene al caso.

“Mirando siempre a España cara a cara, con el horror y el orgullo de ser lúcido y al mismo tiempo ser español. Me cuento entre quienes creen que sólo puesta frente al crudo espejo propio, asumiendo con naturalidad luces y sombras, España puede mejorar. Las palabras clave son educación y cultura. Nuestros cánceres: la irresponsabilidad de reyes imbéciles, la incapacidad de ministros corruptos, la incultura de aristócratas analfabetos, el fanatismo y ansia de poder de confesores reales y obispos de leña y hoguera, la soberbia imperial que tantos enemigos nos hizo y tantos males nos causó. Somos nosotros mismos (y no precisamente los intelectuales) quienes, para asombro de todos, seguimos mostrando al mundo nuestras propias vilezas: nuestra enfermedad histórica hecha de incompetencia, incultura y mala fe, nuestra secular pulsión cainita y suicida, mencionada ya por los historiadores romanos, que sigue en plena forma. (El dolor) sólo se aborda mirando cara a cara nuestro amargo pasado, nuestro difícil presente y nuestro incierto futuro. Educando a nuestros hijos y nietos en la lucidez de que somos lo que somos porque en lo bueno, que fue mucho, y lo malo, que no fue poco, fuimos lo que fuimos. Y en nuestras manos, con educación y cultura, mirando hacia el mundo y no hacia nuestro triste ombligo, está poder ser otra cosa”. “Conspirofobia y otros asuntos” Arturo Pérez-Reverte (Zenda, 3/1/2020). Ídem: tampoco Pérez-Reverte hacía estos comentarios acerca de la actualidad española pero, igualmente, son oportunos en el contexto de lo vivido estos días.

“Lo que no puede acatarse ni normalizarse en la vida política española es el hecho de que un partido que aspira a ser alternativa de Gobierno, y que dispone de un amplio poder autonómico y municipal, se deje guiar por el oportunismo utilizando al organismo que vela por el respeto a la libre voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas”. “Juego sucio” Editorial (El País, 6/1/2020).

«Sánchez coloca a la Ministra de Justicia de Justicia de Fiscal General del Estado para tomar el control del procés» Portada (El Mundo, 13/1/2020).

***

Al fin y al cabo, quizá todo se reduzca tan sólo a discernir si la política es el “arte de negociar la conveniencia propia” (como denunciaba el Padre Feijoo) o si, por el contrario, es la “profesión de hacer bien a muchos, aun con pérdida propia” (Beato Juan de Ávila).

Mientras tanto -y éste es ya mi drama personal y, como tal, el que me lleva a vomitar aquí estas reflexiones, a modo de legítimo derecho al pataleo-, no me queda más remedio que ¿autoengañarme? para continuar creyendo en el sistema y, así, poder seguir levantándome cada día a las siete de la mañana, confiando en que lo que me rodea -a pesar de su apariencia- no sea un mero decorado de cartón piedra. Y es que, bien mirado, tampoco me queda otra alternativa que “creer”.

#ciudadaNOsúbdito

3 pensamientos en “Entonces…, ¿qué hacemos con el Derecho?

  1. Francisco Iniesta Lopez Matencio

    Vilas»Por mucho que robes al capitalismo nunca podrás robarle tanto como él te ha robado a ti, porque te ha robado la alegría, que es lo más importante. Hay un combate al capitalismo en el libro. La gente no sabe que es como un dragón, que está en todas partes y te acecha. Si bajara un extraterrestre y nos viera, haría un retrato parecido al que yo hago»
    Estas navidades han sido las del tiempo de revisión del capitalismo, con libros como el de Stiglitz, Piketty,…Una nueva era que exige un nuevo deal…

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