Asesor fiscal en confinamiento. Día 17.

El día ha amanecido lánguido, cubierto, con un halo de tristeza que agrava aún más el contexto. A pesar de que no invita a salir, precisamente, cojo el perro en brazos y salgo presuroso, ya es media mañana y no puedo perder más tiempo.

En las inmediaciones de mi querida plaza Nuñez de Arce hay un quiosco y debo estar allí antes del mediodía. Con el cánido a cuestas, camino ensimismado en mis pensamientos, me aproximo y me presto a cruzar la calle Balmes.

En estas, sin darme cuenta, me encuentro a un par de policías locales. Buena gente, aunque con unos responsables que no los quieren ni apoyan. Debe ser complicado trabajar para quien no te respeta ni valora tu labor. Pero bueno, a lo que íbamos. Uno de ellos me da el alto.

  • Buenos días, señor. ¿Qué hace paseando?
  • Perdone, creo que se equivocan, he salido a pasear a mi perro.

Veo extrañeza en su rostro.

  • Usted me perdonará, pero ¿porqué lleva ese perro en sus brazos?
  • Bueno… esto… será porque le gusta… Yo siempre lo llevo así.
  • Oiga, que no es un chihuahua…
  • ¿Qué quiere decir?
  • Eso es un cocker…
  • ¿Cómo lo sabe?
  • Porque entiendo de perros y eso es un cocker spaniel y…
  • Alto, alto… pero eso es lo que usted ve, pero mi perro se siente un chihuahua y yo lo cuido como tal. Así que, si no mayor problema, me voy con mi perro a buscar el diario y a mi casa…

En estas, acelero el paso y cruzo entre los guardias urbanos. Denoto que se quedan asombrados y me siguen con la mirada. La verdad es que el parón me ha hecho perder el humor pues el perro pesa lo suyo y no es lo mismo estar caminando que quietos.

Me arribo al quiosco, por fin. El quiosquero, al verme, me entrega una bolsa. Aprovecho y cojo un diario salmón y unos cromos de fútbol para mi peque.

Vuelvo de nuevo. Ahora, tengo que ir a la panadería, que está contigua a la esquina donde están los guardias. Miro opciones, pero veo que lo más sensato es ir directamente al establecimiento que está a sus espaldas. Ando intentando mantener la compostura y la serenidad. A medida que me aproximo, alzo la mirada y veo que me están observando fijamente. Cuando estoy a su altura, el más joven me inquiere:

  • ¿Ha ido al quiosco?
  • Sí, ¿porqué? Aquí tengo el diario…
  • ¿Y esa bolsa de facturas y documentos?
  • Venía con el diario… edición especial. Ya sabe, prensa económica…
  • Un poco raro…
  • Disculpe, tengo prisa, mis hijos pequeños me esperan solos en casa… Buen día.

Sin esperar a su saludo, paso de nuevo. Antes de entrar a la tahona, bajo el perro y lo ato a la agarradera. La verdad es que, estos guardias comienzan a cargarme. No sé que les ha dado por preguntarme a mí… Cualquiera diría.

Cojo una barra de pan gallego, pan gallego de verdad, de miga espesa y densa, con una cubierta dura sin estar especialmente tostada. Como a mí me gusta. De paso, el panadero me entrega un sobre con documentación.

En estas, cuando salgo, veo que el perro ha aprovechado el momento para hacer de las suyas… ¡Maldita sea! ¡No podría esperar a mejor ocasión!

Suelto la correa y cargando la bolsa, el sobre, el diario y mi barra de pan, le doy un tirón al can para que empiece a caminar. Ya había iniciado la marcha cuando a mi espalda escucho que me dicen:

  • ¡Oiga! ¡Deténgase!

Otra vez esos cargantes servidores del orden público. Me giro sobre mis talones y les contesto.

  • ¿Y ahora qué pasa?
  • ¿Cómo que qué pasa? – Y con su rostro me señala a las deposiciones del maldito chucho.
  • ¡Ahh! Sí, sí… ya sabe, las prisas… Tengo hijos pequeños… Bueno, espere….

Miro al derredor y compruebo con estupor que me he olvidado del equipo básico de recogida. Y es que, yo había salido con la esperanza de que ello no fuese necesario, más que nada, porque me negaba a hacerlo… A ver, pensemos. Mientras les cedo la bolsa, el sobre, la barra de pan y la correa, tapándome la nariz, recojo con mi diario salmón y lo tiro a la papelera más próxima.

Ahora sí, ya estoy. A casa corriendo. Les conmino a que me devuelvan mis pertenencias. Y, una vez con ellas, presto a transitar…

  • ¡Señor!
  • ¿Qué? ¿Qué pasa ahora?
  • ¿Porqué no coge a su cocker-chihuahua? – Denoto algo de sarcasmo en el tono de su voz, confirmado por la sonrisita maliciosa de su compañero.

No respondo. Ha llegado el momento de no detenerse. Seguir adelante, pase lo que pase. Ya no puedo más. Al cabo de unos escasos minutos, sudoroso, entro en el edificio. Subo al tercer piso y pico al timbre. Oigo una voz al otro lado y, al momento, abren la puerta…

  • Buenas. Aquí te devuelvo al perro. Ya ha caminado un rato, por ahora.
  • ¿Todo bien?
  • Sí, gracias. Ya tengo la documentación de otros dos clientes más. Espero no tener que salir mucho más para ir a recoger entregas de papeles. Pasado el próximo 20 de abril, quizás sea el momento de tomar una decisión sobre el despacho…


2 pensamientos en “Asesor fiscal en confinamiento. Día 17.

  1. Carmen

    JAJAJAJAJA. Gracias por la carcajada. Esta mañana releía a Ordine con su “utilidad de lo inútil”, miraba con curiosidad mi carnet del ICAB para ver si su “esencialidad” se notaba a simple vista (y si la notaría un guardia), releía el (cómo no iba a ser nocturno y alevoso) RDL 10/2020 y, sobre todo, pensaba en José Luis Cuerda, en lo necesario y lo contingente. Hala, a ver cómo recojo las facturas de mis clientes y los papeles de la renta y… Buenas tardes.

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  2. andres-V fernandez vilas

    BUENAS TARDES, POR SU COMENTARIO INTERPRETO QUE LA LIMITACION A LA LIBERTAD DE CIRCULACION , ART.7 RD 463/2020, IMPIDE LOS DESPLAZAMIENTOS A LAS ASESORIAS PARA ENTREGAR LA DOCUMENTACION CONTABLE CON EL OBJETO DE PREPARAR LAS AUTOLIQUIDACIONES FISCALES. SI ES ASI LE RUEGO ME CONFIRME ESTE HECHO QUE ME PARECE ABSURDO, SON DECLARADAS ACTIVIDADES ESENCIALES, NO SE ACUERDA UNA AMPLIACION O APLAZAMIENTO DEL PLAZO DE PRESENTACION Y NNO SE PERMITE LA ENTREGA FISICA DE LA DOCUMENTACION.
    ALGUIEN TENDRIA QUE EXPLICARLO

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