Asesor fiscal en confinamiento. Día 27.

Falta la inspiración, el día apenas amanece en mi interior. Así que, improvisación. Me propongo escribir en la hora, catorce minutos y treinta y nueve segundos del mix de Shuffle Dance de música electrónica de YouTube® (ver aquí).

Desde que lo descubrí, es una de las experiencias más vibrantes y excitantes, una especie de total inmersión creativa donde el sonido agita las neuronas y parece trasladarte ideas, palabras y todo tipo de imágenes para volcar blanco sobre negro.

Lo primero que tenéis que hacer es elevar los altavoces hasta el límite tolerable de los oídos, de tal forma que lo que vuestros dedos sigan el ritmo de la propia música pulsando el teclado como si una tarima se tratase… dum, dum, chip, dum….

Bueno, a lo que iba. La verdad es que, elevando la mirada del ordenador y del quehacer diario, hoy al rastrear noticias, descubres que, en nuestro ámbito profesional, eso de los impuestos y la cosa pública, apenas existe nada destacable, a excepción del enésimo capítulo del serial sobre la presentación de las declaraciones y liquidaciones tributarias.

La novedad más reseñable es la posibilidad a que, en el próximo Consejo de Ministros (o mañana 10 de abril o más bien, el próximo 14 de abril), tras las innumerables súplicas y solicitudes de gracia, se adopte el reclamado acuerdo de ampliar el plazo de presentación de las declaraciones-liquidaciones.

Oh María Jesús, grande y todopoderosa, te rogamos que nos concedas que, en el último instante nos extiendas el plazo y así, tus súbditos nos postraremos ante ti y te daremos las gracias por tan extraordinario favor concedido.

Madre mía, ¿qué nos está pasando? Parece mentira que una petición tan razonable y sensata se acaba convirtiendo en otro agónico capítulo de improvisación legislativa… Pa, pa, tachin, pa…

Yo que me esperaba despegarme de las páginas del BOE y liberar a mis pobres clientes de la pena de leer continuas notas informativas, ya me veo, perpetuando el castigo. Esto es como «Prison Break» y me siento como Micheal Scofield que, por más planes tatuados y proyectos alternativos pensados, siempre hay algún imprevisto que hace que tenga que reprogramar todo el engranaje.

Aunque eso funciona en televisión, en la vida real, la gente normal aspiramos a algo de certeza, siquiera sea en los días centrales de la Semana Santa. Pero no, añadamos duda a la incertidumbre.

¿Queríais penitentes por Semana Santa? Pues aquí tenéis, a millones de contribuyentes y a los asesores fiscales, sin capirote ni antifaz pero con un auténtico cirio en la mano, quienes silentes seguiremos con el paso que nos vayan marcando.

Seguramente tendremos muchas razones para la autoflagelación (personalmente, creo que he cometido muchos errores en mi vida y necesito mucho arrepentimiento) pero no entiendo este ejercicio colectivo por el que, demandamos sentir en nuestras espaldas espirituales el golpeteo del látigo. Yo no sé si es para conjurar la posmoderna peste negra esta que nos toca vivir como siervos medievales o, porque, faltos de la emoción de los pasos de la Flagelación de la Semana Santa (entre otras, la muy hermosas Cofradía de los Gitanos de Málaga o la de la Hermandad Penitencial de Nuestro Padre Jesús atado a la Columna de Valladolid) nos imbuimos de un espíritu inédito.

Me quedan 21 minutos… Y suena «Force» de Alan Walker.

Aprovechando que el insoportable del Yuval Harari no me escucha (o lee), creo que todo hombre y mujer tiene un innato anhelo a la trascendencia, siendo el perdón y la redención, dos elementos esenciales del alma humana que conectan nuestro ser perecedero y mundano con la divinidad. Creo que, pocas experiencias hay más plenas en la existencia de una persona que el recibir el perdón, la liberación de la culpa.

Ahora bien, lo portentoso es que, asumimos una culpa como si fuese nuestra. Me imagino que, en estos tiempos de descreimiento y vacío espiritual, exista quien sienta la necesidad de sentirse bendecidos con la gracia de una clemencia. Así pues, mientras algunos contemplaremos la Cruz con la esperanza de la Resurrección, otros experimentarán con ilusión la espera de la concesión de derrame de generosidad administrativa.

Sea como sea, en las calles o en casa, nos gusta la Semana Santa.

Feliz Jueves Santo.

Por cierto, objetivo conseguido.

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