La maldita Campaña de Renta y Patrimonio ya está aquí.

Lo confieso. Yo no hago declaraciones de la Renta y del Patrimonio… No, espera, rectifico. Yo apenas hago declaraciones de la Renta y del Patrimonio… Tampoco. No es exacto. Probemos de nuevo. Yo sólo hago mi declaración de la Renta y del Patrimonio, de mi mujer y unos pocos clientes amigos. Y ya está.

Ya ha empezado una nueva edición de la Campaña de Renta y Patrimonio.

¡Qué emoción!¡Qué dicha la nuestra! Es el momento estelar de los asesores fiscales. Es el momento en que los familiares, amigos, conocidos, compañeros de colegio, parientes de la pareja de paddle y todo tipo de allegados se acuerdan de uno.

Ya hace unos años os explicaba que había intentado evitar que se me reconociese como tal (ver aquí), sin embargo, ante mi incapacidad para encontrar una profesión alternativa que me garantice el sustento mínimo, sigo en la trinchera, sin perder la esperanza de una huida a otros quehaceres menos desagradecidos.

En cualquier caso, aquí sigo. Para mí, la Campaña de Renta y Patrimonio es tan ilusionante como pasarme las vacaciones montando muebles de Ikea con una maldita llave allen y sin instrucciones, con los niños y la mujer observándome. O sea, por más que hagas, siempre te faltan tornillos, te sobran piezas y los armarios siguen dando pena.

Asesor fiscal me llaman. ¡Asesor, los cojones! Porque, en este país, eso de asesorar, por lo visto, se ha tornado en más peligroso que dedicarse al narcotráfico o a la trata de blancas, a los ojos de la Administración tributaria.

Oye, que nos han plantado ahí una Directiva mal traducida según la cual, qué secreto profesional ni qué leches. Que si un cliente quiere asesoramiento, le das consejo y se gana unas perras a costa del erario público, aquí, el menda dará con sus huesos en un cárcel de esas.

Que no están los tiempos para ir jugando. Si ahora la policía te derriba la puerta por sus pelotas, sin respetar «moradas» ni domicilios protegidos, imagínate tú, lo que harán si se enteran de que estás a solas con un contribuyente en tu despacho hablando de facturas rectificativas o de operaciones con Bitcoin. A la Isla Perejil, a picar piedra, con mono naranja y grilletes.

Pero es que, además, asesorar, lo que se dice asesorar («dar consejo o dictamen» según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española) no es lo que demanda parte de la clientela. Y menos, con la Renta y Patrimonio.

Que hay quien viene a lo que viene. Será mediopensionista pero no imbécil, y ya sabe que eso de meterse la factura de los muebles y electrodomésticos de la segunda residencia en los Pirineos no es gasto deducible para determinar el rendimiento neto del alquiler de la vivienda de Vallecas, ni que la pantalla de plasma de 130 pulgadas y el equipo de sonido cinco punto cero dolbisarraund digital no están afectos a su actividad económica de carpintería.

Pero vienen. Y te lo preguntan. No sólo te inquieren, sino que, dan por sentado que, aceptando su debilidad humana, empatices y te solidarices con ellos, aunque la pantalla la tienen ellos y tú sólo sirves para asumir su sentimiento de culpa.

Por treinta, cien, doscientos euros, hay quien va al asesor fiscal como quien andaba comprando indulgencias plenarias antes de Lutero, con la diferencia que, así como Dios es misericordioso, la Administración tributaria ni tiene misericordia ni la conoce. Y, luego pasa lo que pasa, que las calderas del infierno fiscal están llenas de contribuyentes y de sus correspondientes asesores fiscales.

Y hay quien de una consulta hace una obra de arte. En efecto, esos clientes que la misma cuestión te la plantean, de forma diversas, día tras día, con la esperanza de que bendigas sus tropelías y asumas la corresponsabilidad de los hechos. La gota malaya tributaria.

Lo mejor es cuando te aparece alguno nuevo y te advierte que lleva diez años metiéndose como gasto deducible las vacaciones familiares y que, si todos los años le han devuelto la cuota diferencial del Ierrepefe pues es que tiene derecho a ello… ¡Ya te han jodido!

Lo malo de tener algo de estudios y peinar canas, es que, ya sabes que las rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras. Que la estadística es la que es. Entre rojo y negro, optó por el negro. Que, en las diez tiradas anteriores, haya salido negro, no cambia que, en la siguiente tirada, la probabilidad de salir negro seguirá siendo del 50%. Ahora decide. Si no le comprueban y se deduce el gasto, no eres mejor que los anteriores. Si se lo deduce y le comprueban, es que algo habrás hecho mal (eres el «gafe») y, si pretendes acogerte a la Ley, la degeté y demás para que no se deduzca el gasto, te arriesgas a perder el tiempo y el cliente. En definitiva, una tirada perversa.

Porque, claro, esto de la Renta, como (casi) todo el mundo hace declaración, todos tienen opinión o criterio. Menos en mi familia, todos tienen un cuñado, una amiga, una vecina o un compañero de pilates que se deducen los vehículos, la residencia de la abuela, pasan de declarar los ingresos de alquileres turísticos y todo ello, por supuesto, sin problemas. Es decir, aquí, los únicos estúpidos son aquellos que hacen caso a esos asesores fiscales tan remilgados y estirados que andan expresando dudas u objecciones. No está el patio para judicializar los problemas, sino para buscar soluciones negociadas.

Además, hoy en día, con las redes sociales, el internet, los canales de Telegram y viendo los informativos en los intermedios de la Isla de las Tentaciones, está toda la información disponible al alcance de cualquiera. Si quieres, puedes. Just do it.

Por tanto, si uno paga por hacer la declaración de la Renta, es para se la hagan como a uno le gusta y, a devolver, por supuesto, que a mi pareja le salió también a devolver y si a mí no me sale, ya tú sabes…

Así las cosas, a algunos, yo mismo, les concertaré la cita con la Hacienda. Porque si hay que ayudar se ayuda, hoy por ti, mañana por mí. Y gratis. Que vaya al funcionario de turno para que le selle la declaración y le diga qué es deducible o no, se quede con su cara y, si al cabo de unos meses, la AEAT no le devuelve la cuota del Impuesto, seguro que se lo arregla… Que los de Hacienda son servicio público esencial y en las Delegaciones y todas las dependencias están ansiosos esperando a que vengan contribuyentes para atenderlos y solucionarles los problemas…

Por si no fuese suficiente, la edición de este año viene cargadita. Que si los ERTES, que si dos pagadores y hay que hacer declaración, que si hay que declarar lo que toca aunque no lo haya cobrado, que he cobrado de más y el SEPE aún no me lo ha pedido, que si la ayudita a los autónomos por el COVID, que la ayuda esa se declara y aquella no, que no se incluye la renta condonada al inquilino por la pandemia o sí, depende, que si hay que declarar las ganancias con criptomonedas, calcúlalas tú que yo me río, que yo te pagaré cuando cobre la devolución, etc.

En definitiva, que la Campaña de Renta y Patrimonio ya está aquí. Suerte. Ya me contaréis cómo os va, que yo ya tengo la llave allen preparada…

13 pensamientos en “La maldita Campaña de Renta y Patrimonio ya está aquí.

  1. ANTONIO OLIVER MIRO

    jajaja que bueno, me parto de la risa, sobre todo en que es la fecha en la que se acuerdan de uno.. gracias!

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  2. Juan Antonio Peñaranda

    No hubiera sido capaz de expresar mejor este mismo sentimiento. Animo que ya queda un poco menos.

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  3. Paloma Barainca

    Totalmente identificada, nos has leído el pensamiento, el sentimiento … ay madre¡¡¡ que duro es ganarse un mendruguillo.

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  4. HAL

    Gracias compañero por estas risas de buena mañana. Yo no tengo canas pero tengo la misma sensación, por que me deje la auditoría que era una Diosa! Para este trabajo ingrato y mal retribuido que es el asesoramiento fiscal! He aquí mi respuesta porque soy tonta y me encanta cuando gano un procedimiento! Esa sensación de felicidad y autorrealizacion personal cuando gano yo la batalla! HAL

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  5. Gestoria Pastor

    Genial. Una sonrisa en tiempos como estos se agradece.
    Verás como te lo copia alguien del Guadalinfo…esos que hacen la renta “gratis et amore”….a costa de la sanción del contribuyente….

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