La Campaña de Renta de los grandes fiscalistas.

Ya estamos inmersos en una nueva edición de la campaña de Renta. Y, este año, como elemento diferencial, nos encontramos con el debate sobre el futuro de nuestra profesión tras la irrupción de la Inteligencia Artificial (IA), los chatgepetés y esos operadores que se dedican a la captación y tramitación masiva de declaraciones-liquidaciones del Impuesto.

Os confesaré que no va conmigo. Los grandes fiscalistas vivimos bajo el síndrome de Dostoievski.

Abro paréntesis. Me autoproclamo como gran fiscalista, porque para alguien que no tuvo abuelos y cuya madre me dejó hace tres años, si no me lo digo yo, entiendo que los que me conocen e incluso quieren, dudo que lo hagan. Por algo será… Cierro paréntesis.

Como decía, los grandes fiscalistas vivimos bajo el síndrome de Dostoievski. Para nosotros, el ejercicio profesional no consiste en resolver cuestiones técnicas, ofrecer soluciones acerca del cumplimiento de las obligaciones legales y tributarias o, incluso, conseguir ahorros económicos. Nosotros vemos en nuestro desempeño cotidiano la oportunidad de descubrir y describir el alma humana, captar las contradicciones de la conciencia y los secretos escondidos, las flaquezas del espíritu, las debilidades del corazón, en definitiva, somos unos observadores privilegiados de la perfecta imperfección de las personas.

Y la Campaña de Renta es la ocasión perfecta para gozar de esta experiencia que desborda todo planteamiento formal y la convierte en una vivencia esencialmente humana. ¡Cualquiera puede cumplimentar una declaración de Renta, hasta en Hacienda lo hacen! Lo bonito, lo emocionante, es lo invisible a los ojos (como diría el principito, no el grisman ese, sino el del avión que se estrelló en el desierto).

Pensemos, por ejemplo, en ese ejecutivo de gran empresa que, tras habernos dejado en un sobre reciclado un montón de papeles, sin orden ni criterio, nos reunimos para comentar el resultado de la declaración-liquidación. En esas, tras repasar las distintas partidas, le confieso que, entre los certificados de Renta de su mujer y suyos, encontré una factura de un hotel en la carretera de Murcia con una especial petición de champán, rosas y nata que había separado pues, entendía que, no la necesitaba para cumplimentar la declaración. Desconozco cómo lo hubiese planteado la maquinita de AI de marras y su reacción, pero, en mi caso, cuando le miré a los ojos, vi cómo se emocionaba, me conmovió y, ante su insistencia por agradecerme los servicios profesionales, le emití una facturita. ¡Qué gentil! ¡Cuánto ardor en el corazón!

Recuerdo también aquella buena mujer que, nos enviaba en sucesivos correos electrónicos, uno a uno, los distintos documentos. Si fuese un chatgepeté me limitaría a recoger la información y procesarla, pero, intuía que ella esperaba a que le llamase y le recordase que se había dejado la información de las rentas del apartamento de Ibiza que obtuvo arrendando en verano, la venta del vehículo a su ex y los bonos culturales de sus gemelos universitarios. No se había olvidado, en ella aún anidaba aquella humana necesidad de saber qué alguien se preocupa de ella, que la conocen. Su vida importa. ¡Existe!

Y qué me diréis de ese autónomo que se deduce el coche como elemento afecto, imprescindible, para el desarrollo de su actividad económica, aunque apenas se mueva de casa. La AI le vendrá con rollos sobre las limitaciones a la deducibilidad del IVA, el concepto de necesariedad, que si el kilometraje, los justificantes de desplazamientos y demás. Eso está muy bien para dar una sesión en el Instituto de Estudios Fiscales o en un aula de la Universidad de Barcelona, pero lo que la maquinita no entiende es que, el sujeto tenía presupuesto para comprarse un Prius o, en el mejor de los casos, un Hyundai tuneado de segunda mano, y si se compró el Audi R8 Coupé con llantas de aleación, asientos de cuero y con todos los complementos, full equipment, fue porque el del renting le dijo que era deducible fiscalmente. Se lo dijo el del renting de palabra. Deduciéndose el IVA y el gasto, a tope, los números le salían.

Ahora, a lo hecho, pecho. Ok, aunque no sea deducible, tiramos para adelante. Los pecados son para vivirlos. Y si, el de Hacienda asoma, ya veremos cómo afrontarlo. Si esto sucede, confía en que su pareja sea comprensiva si se queda tieso por culpa de la Agencia Tributaria, pero el coche es para gozarlo…

Raskólnikoves y Sonias Semiónovnas, príncipes Myshkins, Fiodores Pávlovich Karamázov, Alioshas, etc. personas tan maravillosas y vivas como cada uno de los personajes fascinantes y portentosos que Dostoievski retrató en sus deliciosas novelas.

En definitiva, la vida está conformada por personas perfectamente imperfectas, que necesitan que los escuchen, que los acompañan, que cabalguemos juntos sus contradicciones, confesar sus pecados y mostrar sus vulnerabilidades. Las máquinas están para domesticar voluntades y anular el genio de la singularidad. ¿A quién le importa que le digan lo que formalmente debe hacer si no le escuchan el corazón? ¿Quién busca respuestas correctas si lo que necesita es que le digan cómo escapar de su conciencia?

Le acabo de preguntar a un cacharro de AI «qué es un gran fiscalista» y me contesta que es «un experto en derecho fiscal que tiene habilidades avanzadas en interpretación y aplicación de leyes fiscales y regulaciones«. En definitiva, la perfecta respuesta de una sofisticada caja idiota, tan pulcra como inútil y errónea. A tomar por saco. No tienen nada que hacer.

Lo dicho, empieza la Campaña de Renta, otra gran novela más de Dostoievski.

3 pensamientos en “La Campaña de Renta de los grandes fiscalistas.

  1. Carlos Romero Plaza

    Estimado Emilio, es la primera vez que te leo algo en lo que estás equivocado… «dudo que lo hagan…» Partieron tus abuelos y tu madre pero me quedé yo. Soy uno de esos que te conocen y te quieren y que empezó a admirarte hace unos años por ese conocimiento que nos regalas sin esperar nada a cambio.Y lo tengo claro,ERES UN GRAN FISCALISTA. Cuando quieras oirlo y no encuentres a tu abuela me llamas que te lo diré una y mil veces. no dejes de escribir.

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    1. Emilio Pérez Pombo Autor

      Gracias Carlos por tus cariñosas palabras, aunque inmerecidas, las recibo como muestra de tu aprecio. La verdad es sólo soy un juntaletras que tiene la inmensa fortuna de gozar del cariño y amistad de personas excepcionales como vos mismo. Ojalá, en breve, nos volvamos a ver personalmente y compartir sobremesa. Un fuerte abrazo.

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