Hace ya algunos años, hablaba aquí del efecto Pigmalión en el ámbito tributario, aseverando que, los actos de un tercero, mejor dicho, el resultado de los mismos, quedan condicionados por las expectativas futuras que uno tiene de sus actos.
Siendo así, espero que los poderes públicos tendrán la adecuada sensatez para tomar decisiones que mejoren la actual situación de precariedad e incertidumbre de la población.
En el ámbito tributario, debo confiar en que, aunque tarde, la titular del Ministerio de Hacienda tenga un mínimo de decencia personal y entienda que, con ofrecer una paupérrima línea de avales (para financiar, entre otros, las deudas tributarias) en aquellas condiciones financieras que las partes (siendo una de las partes, las entidades financieras) determinen libremente y conceder que, en algunos casos, se condone parcialmente los intereses de demora, no es suficiente para el tejido empresarial y económico de este país.
Además, cuando comienzas a darle vueltas a lo aprobado, a la ración escasa y magra, uno percibe dudas extrañas, como, por ejemplo, ¿se devengarán intereses de demora por la suspensión de los procedimientos tributarias durante el estado de alarma? Lo digo porque, justo en la semana de la entrada en vigor del Decreto, debía haber firmado unas Actas de Inspección por las que se proponía a liquidar una deuda tributaria a mi cliente. Ahora, una vez suspendido, nos veremos las caras, Dios mediante, dentro de unas semanas, con un potencial añadido, relativamente escaso, pero añadido, a favor de las arcas públicas.
Otras preguntas extrañas son, por ejemplo, ¿qué tratamiento en el IRPF habría que darle a esa publicitada prestación extraordinaria de la Seguridad Social a los trabajadores y/o autónomos que directamente han padecido el cierre del negocio? Lo digo, porque no tengo claro si estará exento del IRPF como otras prestaciones públicas o, como intuyo (vía la teórica exigencia del modelo 145 de declaración de la situación personal a los efectos de practicar retenciones) estará sujeto al gravamen de IRPF. Aparte, maldita la gracia para algunos, porque teniendo dos pagadores, no se escapa de la obligación de presentar la correspondiente declaración.
Estoy convencido que estas cuitas que me asaltan, son pejigueras de súbdito desagradecido, pues la muy docta y elevada Sra. Montero, tiene en su cabeza solución favorable a los contribuyentes y, presta, dará respuesta y seguridad jurídica, aunque sea, mediante un banner publicitario en la sede electrónica de la Agencia Tributaria.
Es esperable que los autónomos, los operadores económicos y los asesores, que estos días están en casa, mordiéndose las uñas porque ven cómo sus ingresos desaparecen, sus planes de negocio e inversiones se derrumban y se devanan los sesos asegurar la viabilidad y sostenibilidad de los negocios, encontrarán la paz mental con medidas generosas de apoyo tributario, incentivando a las empresas que mantengan el empleo, que se implementen bonificaciones para relanzar las inversiones y la verdadera transformación digital, o que se rehabilitan deducciones y ayudas fiscales a los que contribuyan al crecimiento económico.
Por supuesto, es lógico que, ante las actuales circunstancias, la Sra. Ministra, abra la mano de la garra depredadora de la Agencia Tributaria para que los distintos contribuyentes se liberen momentáneamente del ahogo fiscal y el exigente cumplimiento de las obligaciones tributarias, permitiéndoles que, se dediquen a pensar en sus negocios, planificar y organizar, no sólo la mera normalización sino un impulso renovador que les permita recuperar con creces los ingresos perdidos, las ventas desaparecidas, y, a futuro, más sólidos y prósperos, podrán contribuir más generosamente con el erario público.
Ni que decir tiene, que seguramente evitarán contribuciones a la Seguridad Social para debilitar las tintineantes bolsas de ahorro de los autónomos y pequeños/medianos empresarios, o que se dará respuesta a la incertidumbre sobre el mercado del alquiler, especialmente, el arrendamiento de locales, oficinas y negocios, por decir algo.
Debo pensar así, porque la alternativa aparente, sería que el Gobierno, y, en particular, la Agencia Tributaria están por la labor de contribuir al desastre económico y agravar los daños de la crisis sanitaria, más allá de los efectos en la salud de los ciudadanos.
Tenemos un objetivo muy difícil, más allá de superar la pandemia, se trata de evitar una recesión o depresión económica.
En sus últimas horas, San Francisco conminaba a sus compañeros diciéndoles «comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible.»
Resultaría preocupante pensar que, la gran mayoría de la población no sólo obren correctamente, sino que, comportándose de forma extraordinaria como lo hacen, dando lo mejor de sí mismos (y no me refiero sólo a los que están en primera línea de fuego estos días, sino a todos las mujeres y hombres de este país que, como auténticos héroes, renuncian a sus derechos y libertades, sacrifican sus trabajos, negocios, ocio, familia, sufren enfermedades o trágicas pérdidas, los que viven dificultades y graves tensiones en el confinamiento, etc.) al final, lo imposible se malogre, porque una pequeña parte, la Administración, poderosa y decisiva, se niega a hacer lo necesario o lo correcto, perjudicando al conjunto.