Ayer se produjo otro capítulo del serial de la confusión que este Gobierno nos regala a diario, a cuenta de las posibles salidas de los niños.
A primera de hora de la mañana, se publica un BOE (el número 115) en el que, entre otras, se contiene la Resolución de 22 de abril de 2020, del Congreso de los Diputados, por la que se ordena la publicación del Acuerdo de autorización de la prórroga del estado de alarma declarado por el Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo. Según esta Resolución, los menores de 14 años podrán acompañar a un adulto responsable de su cuidado cuando este realice alguna o algunas de las actividades consentidas (ir a un supermercado, a una farmacia, al banco, ir en metro al trabajo, etc.).
Sin embargo, al cabo de una hora, se publica un nuevo BOE (el número 116), que contiene, entre otras, la Orden ministerial SND/370/2020, de 25 de abril, sobre las condiciones en las que deben desarrollarse los desplazamientos por parte de la población infantil durante la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19. En esta otra orden, se habilita «a los niños y niñas, y a un adulto responsable, a circular por las vías o espacios de uso público«, con lo que, se permiten los famosos paseos.
Como anécdota de las que le gustan a mi querido Esaú Alarcón, cuando uno juega con el idioma por motivos de estrechez ideológica, acaba haciendo el más completo de los ridículos. Porque, si nos atenemos al lenguaje «políticamente correcto» (del cual rehúyo como la peste), la redacción literal de la norma permite que salgan los «niños y niñas» con el «adulto» varón, con el progenitor hombre. Así que las madres, las «adultas», que sean mujeres o se sientan mujeres, podrán ir a la compra, pero no acompañar a sus hijos. De hecho, si nos atenemos a la lectura «con perspectiva de género», lamento informarles que los desdichados hijos de familias «monomarentales» se verían obligados a seguir confinadas. Un capítulo desgraciado más que engrosará el listado de disparates de esta gente y de sus amanuenses.
Dejando de lado esta puntilla, nos encontramos dos normas que, aparentemente, se contradicen, con la consiguiente duda de cuál es aplicable. Parece que la Orden prima sobre la Resolución en base a la propia habilitación legal y la especificidad. ¿Y porqué se ha hecho así en lugar de una única norma? Se intuye que para conferirle a la Administración la potestad de «ampliar y reducir» el margen de actuación de los ciudadanos con mayor agilidad, o sea, para facilitarle la labor de restricción al Gobierno si fuese necesario.
Todas estas artimañas legales, aunque lícitas, no son fácilmente entendibles por los ciudadanos. Ni siquiera por gran parte de las personas que deban aplicarlas y garantizar su debido cumplimiento. Las personas sentimos la necesidad vital de obtener certezas, y más aún, ante el contexto de graves dudas e incertidumbre. Por ello, estos juegos legales, son como añadir más leña al fuego.
Con ello, y otras muchas cosas más, la gran mayoría de los españoles comenzamos a estar desorientados, agotados de asistir a las prédicas de los gestores públicos, de los mensajes oficiales contradictorios, de ver que se publican normas de difícil encaje, comprensión y aplicación.
Como ayer publiqué en Twitter, el resultado de estas oscilaciones es que, las personas comienzan a obviar los criterios administrativos y las recomendaciones y aprovecharon la mañana soleada para, con el pretexto de hacer lo que dicen que podemos hacer, darse un garbeo con algo más de relajación de la habitual.
No estoy de acuerdo con relajarse y levantar la guardia. Creo que, por responsabilidad, debemos mantener la prudencia y permanecer lo máximo posible en nuestros hogares. Sin embargo, como ayer mismo expresaba, resulta difícil pedir responsabilidad a la ciudadanía, cuando el Gobierno no está a la altura de las circunstancias y su gestión se revela manifiestamente mejorable.
Además, hay un grave peligro. La gente comenzamos a experimentar una preocupación y una cierta ansiedad, más allá de lo normal, no tanto por la necesidad (humana) de salir, sino porque comenzamos a sentir la duda de que la duración del confinamiento se está alargando más allá de lo necesario. Cada día que pasa, es un clavo más en el ataúd de muchas empresas, un agravamiento del riesgo económico, dudas sobre el futuro de los proyectos e ilusiones de muchas personas. Hay demasiado en juego.
Las personas hemos demostrado (salvo algunas excepciones puntuales) que asumimos de buen grado las restricciones y limitaciones, siempre y cuando, existan razones fundadas y sensatas para ello. Ahora bien, cuando estas restricciones comienzan a percibirse como arbitrarias o, incluso, peor, para ocultar la deficiente gestión (falta de material sanitario, ausencia de test masivos, no existencia de un plan público de desconfinamiento, etc.), se abre una grieta en la confianza en la ciudadanía que, es difícil o imposible de cerrar.
Los españoles, por regla general, somos de naturaleza bovina. Algo de toro, pero más bien, como esas vacas que pueblan algunos de nuestros prados y andan en situación de semilibertad. Mansos y un poco tontorrones, andamos a la nuestra, pastando y durmiendo, pero a la hora de la verdad, nos dejamos guiar por el pastor de turno siguiendo el cencerro. Ahora bien, a las vacas hay que darles espacio, dejarlas que vayan algo a su paso, no se les puede apretar en exceso. Si la mano es firme pero flexible, nos movemos al son del pastor. Los que hemos andado con vacas y toros, aprendes que al ganado se le enseña la vara, pero no se le golpea. Pues, aunque aparentan miedo y docilidad, hay que desconfiar de ellas pues, así como rehúyen la vara cuando la ven, si la sienten en sus lomos reaccionan. Y, cuando una vaca, harta ya de que le aticen o le obliguen a ir por caminos inhóspitos se cansa, se convierte en un animal terrible y capaz de arrasar con todo lo que se le ponga por delante.
Por hoy es suficiente. Me voy a pasear con mis hijos, por primera vez, en 45 días. Una horita, no más. Prudencia y responsabilidad, pero que nadie se confunda, ni olvido, ni sumisión. Tomemos nota. Ya llegará el momento.
Tienes razón Emilio. Ya me había percatado de la incongruencia del “lenguaje inclusivo” y con “perspectiva de género” en la Orden SND/370/2020. Sólo los adultos (machos) podrán salir con sus hijos e hijas. Qué machismo insoportable! o quizás ¿terrorismo machista?…. Es lo que tiene la “estupidez de género”. Tienes suerte de poder salir con tus hijos. Disfrútalo. Al principio sólo podían salir a pasear los “perros” y las “perras” de este país. Luego los “niños” y las “niñas” de este país. A ver si en algún momento los “adultos” y “adultas” de este país tenemos al menos los mismos derechos que los “perros” y las “perras” de este país (cómo agota esto del “lenguaje inclusivo podemita”) y podemos salir también a pasear.
Suscribo plenamente tus palabras finales: “que nadie se confunda, ni olvido, ni sumisión. Tomemos nota. Ya llegará el momento”.
Enhorabuena por tu blog en el que expresas magistralmente tus preocupaciones que, estoy seguro, compartimos muchos de los que leemos tus escritos.
Mucho ánimo. Y, efectivamente, ni olvido ni sumisión.
Lo siento, pero si por salvar una vida, me tengo que quedar 10 confinado, lo hago.
El confinamiento, por resultados, ha funcionado. Nunca diría que con 300/400 muertos diarios, y que parece que es una buena noticia, llevamos demasiado tiempo confinados.
Ánimo a todos!