Testimonio de una muerte

Escribo porque soy incapaz de dormir. La noche del 1 al 2 de octubre es la noche más amarga de mi vida profesional, la noche más triste. Ahora, solo, ante el ordenador siento como nunca el silencio ensordecedor de la derrota. Sí, ahora hay silencio, han cesado las cacerolas, los gritos, los insultos. Es la mohína calma que sigue a la tormenta…

Hoy ha muerto mi sueño profesional, mi ilusión y el trabajo de muchos años; crear mi propia firma de asesoría fiscal. No es una quimera, esa realidad existe. He tenido la fortuna de haberlo logrado tras años de formación y dedicación, cuento con un despacho maravilloso, bien situado, con profesionales comprometidos de una calidad humana inmejorable y, además, por el mismo, en mayor o menor medida, han pasado otras personas que han contribuido de forma notable a su crecimiento, mejora y expansión.

Después de mis diversas experiencias formativas, laborales y profesionales, he dedicado muchas horas con el anhelo de tener una firma con la cual ejercer mi profesión con mi estilo personal, intentándolo hacer lo mejor posible, con la esperanza de que sirviese como vía para que otros también tuvieran una oportunidad digna de desarrollo y prosperidad, etcétera, etcétera. La cuestión es que, más allá de la razón, uno trabajaba y se esforzaba movido por la fuerza extraordinaria de la pasión y del corazón.

Ahora bien, ese sueño se ha truncado y se ha tornado pesadilla. Por primera vez en mi vida profesional, no espero con gozo e ilusión un nuevo día, sino que, me siento azorado, nervioso, con ansiedad y temor. Quisiera desaparecer y no ir a la oficina. Y si voy, entraré rápidamente a mi despacho, de forma sigilosa y tratando de evitar cualquier conversación y mirada, me encerraré y silenciaré el teléfono. Quizás riegue las plantas, las peine y contemple sus tallos y sus brotes sean la única esperanza que asome.

Temo la primera llamada del día y ya no me apetece el café con los compañeros para debatir el devenir de la jornada de la Liga. Debería enviar un correo recordatorio a los clientes de que, para el día 20 de octubre, deben presentarse las correspondientes declaraciones y liquidaciones tributarias, sin embargo, prefiero no hacerlo, pues temo que ello ya sirva para que alguien aproveche para recordarme que ahora todo es distinto.

Es así. Un sencillo y simple sueño roto entre todos.

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Este infausto 1 de octubre se ha convertido en el día de la derrota para todos los españoles, y en especial, para los catalanes. La clase política ha demostrado la miseria intelectual y personal por haber llevado a la población al enfrentamiento, a la discordia, a la separación, en definitiva, han conseguido que todos, repito, todos, perdamos algo en el día de hoy.

Ahora, no sólo la clase política. Hay demasiada gente con ganas de controversia y de encender los ánimos. Miles de mensajes y apenas en alguno existía alguna sonrisa o un buen deseo. Cataluña ha dejado de ser un territorio abierto y cosmopolita para convertirse en un lodazal. El aire que respiramos está sumamente cargado y es irrespirable.

No quiero hablar de política, aunque tenga capacidad y conocimientos objetivos para hacerlo, y me abstengo de dar mi opinión o punto de vista, entre otras razones, porque en esta tierra, la gente hemos dejado de escucharnos, entre nosotros mismos, y mucho menos, estamos dispuestos a pensar en los demás. No hay razones que valgan, todo es puro sentimiento y exaltación de las emociones.

Además, mientras que unos menosprecian mis ideas y me quieren fuera de mi tierra, otros, desde la lontananza me miran como si lo que se vive aquí no fuese con ellos y nos giran la espalda. En definitiva, entre el muro y la pared. Por si no tenía suficiente, un Mosso de Esquadra, delante de mis hijos, me ha invitado a que me marche de Cataluña… Un asco.

No quiero hablar de política, ni de economía, ni de fiscalidad, ni siquiera de fútbol o del tiempo, porque quizás es el momento en que, de una vez por todas, nos deberíamos callar y dejar que el silencio penetre en nuestras conciencias para hacernos reflexionar y pensar por nosotros mismos.

Haga el tiempo que haga, la mañana será fría y lánguida. Aciaga.

Tengo encima de la mesa, clientes que desean, literalmente, huir de Cataluña; otros, que me instan a que  presente los impuestos ante la Agència Tributària de Catalunya; otros más que, se inflaman y se creen con el derecho de que asuma su indignación y malhumor porque tienen algún requerimiento de las Administraciones Tributarias e, inevitablemente, lo vinculan al momento político, como si de nosotros dependiese. Todo ello, además, junto con el estrés y la presión inherentes a la profesión y una clientela completamente alterada.

Si sigo en el despacho será por dos razones básicas, por el aprecio a mi equipo, a quien me debo pues ellos confiaron en mí y me han apoyado para realizar mi sueño; y por responsabilidad y, en la mayoría de casos, por gratitud a nuestros clientes.

Ahora bien, se abre una nueva época o etapa en mi vida profesional, en la que, por primera vez, mi propio despacho profesional ya no es mi sueño. Murió el 1 de octubre. Trabajaré por profesionalidad y compromiso pero sin corazón ni alma. Ni siquiera por dinero. Lo lamento, pero me han matado mi sueño, reto, ambición, ilusión o proyecto.

No siento rabia, ni ira, ni rencor. Es completamente distinto. He perdido el espíritu, esa conexión especial que hacía desease vincularme y estrechar lazos con los demás, involucrándome más allá de lo necesario. Me he quedado apagado, desconectado. Silencio y soledad.

Mientras tecleo el ordenador, soy incapaz de controlar las lágrimas de derrota, impotencia y, porque no decirlo, de humillación. Me veo, me siento, falto de aliento, profesionalmente hundido y con la esperanza de un moribundo. No sé por cuánto tiempo, pero no esperéis de mí que os sonría y os abrace. No tengo humor, no tengo espíritu. Se ha perdido en la cloaca de las emociones desatadas. Las escasas alegrías y sonrisas las guardaré para mi familia y mis seres queridos. El resto, conformaos con un mero asesor fiscal.

5 pensamientos en “Testimonio de una muerte

  1. JORGE ESCAGEDO

    Estimado Don Emilio:

    Soy un Cántabro varado en el centro de España, y hoy me siento mas Europeo, e incluso ciudadano del Mundo, siento que somos hormigas desorientadas que no se han enterado que viene el invierno y andan entretenidas en vagas discusiones.
    Hoy solo me apetece refugiarme y oler el Cantábrico que tengo a cientos de kilómetros.
    Solo decirle que soy asiduo de su gran blog, y la entrada de hoy me produce una gran tristeza, su estado me descorazona.
    Mucho ánimo y muchas gracias por todas las veces que nos ha hecho participe de su gran conocimiento y de su pasión.

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  2. M. Armas

    Buenos días ,

    1.- Yo tampoco he dormido mucho……… pero a dios gracias, por otras razones.

    2.- LLevo 20 años de asesor fiscal en @aedaf y sigo a día de hoy con más ilusión y entusiasmo que el 1º día .

    3.- Me intento poner en tu lugar ,,,,,,en tu odisea,,,,,,,,,,,y que duda cabe no debe ser unas vivencias / experiencias agradables .

    4.- ¿ Te puedo ayudar en algo ?

    5.- Mi experiencia vital,,,,,,,me enseña que la capacidad de superación y residencia del ser humano tiende a infinito,,,,,,,, te animo a no perder la » esperanza» y a que sigas buscando razones en tu corazón ,,,,,,,para volver a vivir desde la ilusión y el entusiasmo .

    Un abrazo cordial y sentido ,,,,,,,,de la parte más alejada , Canarias , de este bendito país llamado España
    http://www.manuelarmas.com

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  3. Juan Antonio

    Entiendo tus sentimientos y los comparto, soy valenciano de origen manchego y con tres nietos catalanes, te puedes imaginar como estoy.

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  4. EMILIO TRIGUEROS

    estimado compañero,
    durante ya algún tiempo seguimos este blog, con ilusión y siempre con ganas de aprender de vosotros.
    Estoy seguro que desde aquí (Albacete) no es posible entender en toda su magnitud la desolación y la frustración de quienes además de catalanes se sienten también españoles. No podemos hacer mucho por ayudar pero desde aquí solo puedo decir dos cosas, que tenéis nuestro apoyo y nuestra admiración y que lo mejor de los humanos es que podemos ser como el ave fénix «y resurgir de nuestra cenizas».
    un abrazo muy fuerte desde la mancha

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  5. JUAN JOSE MARIN

    No hemos aprendido nada, odio a mares, cerrazón metal, fanatismo… los mismos energúmenos de siempre dándose los mismos mamporros de siempre. Hijos del odio, de la soberbia y del mal, destrozan, porque ese es su anhelo…. Temo por España.. y también por dos millones de catalanes que pueden acabar en el exilio arrojados por el fanatismo…A esos, nadie los defenderá, porque el Estado que tiene la obligación, ha sido ocupado por un ejercito de viles, miserables, mediocres, farsantes, caraduras, hipócritas, e indigentes mentales, mucho más preocupados de su trasero que por el Estado. Y yo ante tanta hipocresía, mezquindad, barbarie, sin razón, me siento descorazonado, triste e impotente.

    No le conozco personalmente, don Emilio, pero en su labor didáctica, ya dice bastante de su desinterés, generosidad y grandeza.

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