En estos días de sosegada lectura, encontramos dos grandes pensadores que, a pesar de su escepticismo cristiano, Antonio Fornés (La Vanguardia, 14 de diciembre de 2018) desde una perspectiva filosófica, y Jordan B. Peterson («12 Reglas para vivir. Un antídoto al caos») desde un punto de vista antropológico y psicológico, exponen la necesidad del ser humano de la Trascendencia como referente o anclaje para su devenir vital.
Seguramente nos cuesta detenernos y alzar la mirada para contemplar todo aquello que nos rodea. Actuamos como hormigas embriagadas y cigarras hiperventiladas, arrastrados por los múltiples afanes diarios, trabajos, la multiplicidad de obligaciones y quehaceres, compromisos familiares, amigos, conocidos y demás… Consumimos nuestra existencia.
En estas, un hecho histórico y trascendental, el nacimiento de un niño, accidentalmente alterado por un censo tributario (ver aquí) de acuerdo con los planes divinos, sirvió, en su momento, para recordarnos que nuestra esencia humana aspira a la Trascendencia.
En efecto, la memoria anual del Nacimiento nos sirve como referencia obligada para recordarnos la conveniencia de levantar la vista de nuestros papeles, de las pantallas de nuestros móviles, ordenadores y demás minucias tecnológicas, de nuestras estrecheces cotidianas.
Porque ese alzado de la mirada nos permite contemplarnos en nuestro espejo, ese cristal que nos enfrenta a nuestra realidad, nuestra conciencia, y nos planteamos el verdadero sentido de nuestra existencia, las cuestiones fundamentales.
Lo importante no es el IVA o el modelo 720, ni siquiera el sistema tributario español o el Derecho en general. Todo eso es contingente. El Hijo de Dios, encarnado en el hijo de un autónomo, nos revela que el Hombre, en esencia, es un ser creado a Imagen y Semejanza de la divinidad y aspira, por naturaleza la trascendencia.
A su vez, cuando alzamos la mirada, descubrimos que no estamos solos, sino que estamos rodeados de Belleza, una Creación maravillosa, el don de la familia, amigos, incluso los sufrimientos propios y dolores ajenos nos hacen más humanos. Paradójicamente, este es un momento para poner en valor las ausencias, hacer memoria y recuerdo de aquellos seres queridos que nos han dejado.
El Nacimiento nos recuerda que nuestro objetivo vital no pasa por cumplir estrictamente nuestras obligaciones tributarias, presentar Cuentas Anuales sin problemas ni tener perfectamente atendidos todos los trámites legales. Seguramente, esta huida del ruido diario nos permitirá escuchar la llamada a construir, conjuntamente, un mundo mejor para todos. ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros?
En lugar de criticar a los demás, dejarnos llevar por las protestas y sinsabores, pensemos en qué podemos hacer para el bien común. Ya se nos advirtió que «No juzguéis, para que no seáis juzgados.» (Mateo, 7:1), pues, seguramente, nos llevaremos grandes sorpresas, «En verdad se lo digo: en el camino al Reino de los Cielos, los publicanos y las prostitutas andan mejor que ustedes.» (Mateo, 21:31).
Así pues, os invitamos a que, por unos días, tras la lectura de este post, cerréis vuestros ordenadores o dispositivos móviles, y hagáis lo necesario para disfrutar de estos días, en compañía de vuestros seres queridos, de vuestros recuerdos y emociones, que os dejéis llevar por el silencio de la Noche. Sois unas personas maravillosas y nuestra ilusión es que la Paz y la Luz brille en vuestros hogares.
Con nuestros mejores deseos,
FELIZ NAVIDAD.
Gracias por tu valentía de dejar testimonio de aquellos que intentamos ser cristianos, hoy tan perseguido en nuestra sociedad. Por otro lado, mi más profundo respeto a aquellos compañeros que no compartáis estas reflexiones. Seguro que entre todos conseguiremos un mundo mejor.
Un abrazo a absolutamente todos.