Acerca del copago, la Renta y Froilán.

 Querido hijo,

Te escribo porque entiendo que te debo una explicación por lo que, seguidamente, voy hacer.

Como habrás escuchado por radio o tele estos días, dicen que, a partir de ahora, tendremos que pagar unos dineritos por los medicamentos así como determinados servicios sanitarios, es decir, el Copago. Antes de nada, que sepas que si hay que pagar este dinerito adicional no es porque tus papás no hubiesen pagado nada, al contrario, mensual, trimestral o anualmente, abonamos las cuotas que los “señores que mandan” nos dicen que tenemos que pagar (eso lo llamamos impuestos y/o contribuciones sociales). La novedad es que tendremos que pagar un poquito más y por dos vías: un coste fijo (impuestos y/o contribuciones sociales) y un coste variable (en función del consumo de bienes o uso de servicios).

Papá no está en contra del Repago/Copago. Sinceramente, el sistema de coste fijo más variable me parece razonablemente justo. Quizás lo hubiese hecho de otra forma, pero como bien sabes, a mí nadie me hace caso… (a excepción de tus hermanos mayores, aunque por poco tiempo).

Lo que me tiene desconcertado es que esos “señores que mandan” insisten en calificarnos de “ricos” porque tenemos una renta por encima de 18.000 Euros. Para ser un “señor que manda” no hace falta estudiar mucho, pues, recuerdo que una de las primeras cosas que te explican cuando estudias Económicas es que no es lo mismo Renta (los ingresos recurrentes o de un periodo determinado) que Riqueza (bienes y derechos acumulados, patrimonio, tras la obtención de ingresos y la liquidación de los gastos y obligaciones asumidas).

Tus papás, como ya habrás comprobado, no somos “ricos”. Más bien, normalitos: tu silla de paseo es heredada de tus hermanos, la nevera es de una sola puerta y de color blanco, los pantalones del cole de tu hermano llevan rodilleras para tapar los agujeros, el coche de papá es el típico monovolumen con más de siete años y lleno de arena y trocitos de galletas, etc. ¿Qué quiero decir con ello? Pues que, es cierto que papá gana algo más de la cantidad que dicen los “señores que mandan” pero dichas ganancias nos sirve para pagar las comidas, vestidos, coles, vacaciones y poco más. Y si aún nos queda algo sobrante, lo ahorramos por lo que luego te explicaré. En resumidas cuentas, si bien ganamos algo más de los 18.000 Euros que dicen, no somos “ricos”.

Debo aclararte que, si papá consigue ganar dicho dinero no es porque se lo regalen por ser guapo (eso creo que ya lo debías saber…) ni porque tenga una pistola y les pida el dinero a otros papás del cole (como los malos de Batman) o así… A papá, esto de los impuestos y los dineritos le gusta y, como dicen que lo hago bastante bien, hay gente que me pide que les ayude y me dan una compensación en dinero. Y como mi ilusión es poder ofreceros la mejor educación posible, los mejores cuidados, disponer de algún recurso para vuestro desarrollo personal, etc., al final, los papás tendemos a hacer un esfuerzo adicional para conseguir ese dinero adicional por encima de esos límites señalados en las normas.

Te parecerá una tontería esto que te digo, pero, últimamente, como te califiquen de “rico”, la gente te mira como si fueses… no sé, Darth Vader o Gargamel.

Tú dirás, con razón, que los que más tienen deberían pagar más. Eso, en el argot de mi profesión, lo llamamos progresividad fiscal (¡Vaya palabra!). Pues bien, eso ya se aplica y, en los costes fijos (impuestos) que pagamos mamá y papá, ya se nos tiene en consideración esa mayor o menor contribución: como ganamos 1000 nos aplican un coste fijo, por ejemplo, de 25 euros por cada 100 que ganamos; en cambio, si hubiésemos ganado sólo 500, a lo mejor, nos habrían aplicado 10 euros por cada 100. O sea, por la misma cama del hospital donde tú pasaste parte de tu vida, pagamos más que otros niños o familias porque tenemos una mayor renta. Eso suena correcto.

Nosotros creemos que el ser “rico” no debería dar más derechos a una persona. Ya te dije que entiendo correcto que contribuyamos más para que otros, por tener menos, puedan acceder a los bienes y servicios públicos. Ahora bien, lo que ya no me parece tan bien, es que ser “rico” sea una justificación para tener menos derechos o, sencillamente, contribuir de forma ilimitada. Ahora tendré que pagar más caras las medicinas, debo renunciar a unas prestaciones sociales, no tengo acceso a tarifas bonificadas del transporte público, etc.

Como te veo venir, te explicaré que, según los “señores que mandan”, la consideración de “rico” depende de unos papeles que, anualmente, presentamos los papás y los abuelos y que nos ponen nerviosos: la Declaración de la Renta. Así pues, si en esos papeles dicen que tenemos más de 18.000 Euros, mi coste variable por el consumo de bienes públicos o el acceso a servicios públicos será más elevado.

Tú dirás, ¿y cuál es el problema, papá? Pues, entre otros muchas cuestiones, hay dos que te explico muy rápido.

La primera de ellas es la siguiente. Imagina que papá tiene un mal año y gana muy poquito dinero y para seguir pagando el colegio de tus hermanos y otras cosas, resulta que emplea un dinero que tenía ahorrado (te diría, por ejemplo, que vendo acciones que había comprado hace años, pero no sigo, porque no sabes lo que es y no tengo espacio…). Pues bien, quizás resulte que, paradójicamente, según dicha declaración tenga la consideración de persona “rica”. En cambio, si un señor ha ganado mucho dinero y durante unos años decide que no quiere trabajar, puede que según la declaración no sea “rica”. Algo falla, ¿no crees?

Como sea así, el trabajo de papá será más divertido: haré planificación fiscal patrimonial con fines sociales. Un lío, vaya…

La segunda cuestión es más sencilla de entender. Mamá y papá (y los abuelos) presentamos cada año nuestros papeles (la Declaración de la Renta) y no hacemos trampas (aunque tengamos la tentación, nos pillarían enseguida). Por tanto, seremos “ricos” o no, según nuestros ingresos. Sin embargo, hay señores (papá lo sabe, porque alguno se lo ha confesado) que hacen trampas y dicen que tienen poquitos ingresos o ninguno (cuando es mentira), sin embargo, van por ahí con sus papeles y los bienes y servicios públicos les salen más baratos.

Por ello, personalmente, mí me gustaría que más que pedirnos los papeles de los ingresos de cada año, al final, la gente tenga derecho a los bienes y servicios públicos en la medida que se comporten correctamente y cumplan las normas.

Si pago más por ganar más y pago además porque gano más que lo que dicen los “señores que mandan”, entonces, pienso que papá es tonto; de los dineros que obtengo de mi “sobreesfuerzo”, la mayoría, o se lo tengo que dar directamente a los “señores que mandan” o los empleo para pagar la cuota variable de ciertos bienes y servicios públicos (mientras que otros lo consiguen gratis).

Por si no tenía suficiente, ayer leía un artículo que ha publicado mi amigo Marc Garrigasait, que sabe mucho de dinero, economía y otras cosas (sí, el señor del Koala), que me tiene muy desconcertado. Como te dije, los papás tratamos de no gastarnos todo el dinerito, si podemos, e intentamos guardar lo que nos queda (el ahorro) para el día de mañana (ese día es cuando seamos viejitos como los abuelos y como no trabajaremos, necesitaremos dinero para vivir).

Teóricamente, con parte de nuestra cuota fija (impuestos y contribuciones sociales) se acumula en una bolsa muy grande (sistema de pensiones) que se destina a dar dinero a quien no trabaja (porque no puede, porque ya es mayor como los abuelos o más casos). Te preguntarás porqué entonces los papás ahorran, pues el día de mañana, como los abuelos, deberíamos cobrar dinero de esa bolsa. La razón es muy sencilla. Los papás piensan que los “señores que mandan” hacen trampas con dicha bolsa (los mayores hablamos de estafa, esquema piramidal, sistema Ponzi/Madoff,…) y que, para cuando nosotros seamos viejitos, ahí ya no quedará nada.

Quizás me equivoque, pero, tras leer el artículo de mi amigo Marc, entonces, te garantizo que, en el futuro, nada de nada. Lo alarmante, hijo mío, es que en dicha bolsa, el dinero que todos juntamos ahí nos lo están cambiando por papelitos (Deuda del Estado)… Te lo explicaré con un sencillo ejemplo.

Imagínate que quieres ir al colegio de tus hermanos dentro de tres años. Como ahora tienes dinero suficiente, por si acaso, le das al colegio el dinero que te toca para pagar lo que cuesta asistir a clases a cambio de que lo guarde y dentro de tres años, pague las mesas, los libros y los profes. Resulta que el colegio, como no lo necesita ahora, coge el dinero, se lo deja a un señor con traje con el compromiso de que se lo devuelva dentro de tres años (estos son los papelitos). El señor con traje utiliza el dinero para hacer cosas tan útiles como un aeropuerto para peatones o un “Consolat de Mar” en Botswana.

Como te puedes imaginar, hacer eso es como prenderle fuego al dinero, por lo que, dentro de tres años, vas a la puerta y dices “buenos días, vengo al cole”, sin embargo, al asomarte te encontrarías que ni hay mesa, ni libros ni profesor. ¿Y el dinero? Te dirán, “de eso ya no hay, si quiere puede elegir, o el aeropuerto o el consulado.”

La moraleja es perturbadora. Porque cuando pones en una balanza lo que has aportado y lo que recibes, te puedes encontrar con unos desequilibrios importantes (Hijo mío, yo hablo de balanzas personales, cuídate mucho de esa gente que habla de balanzas fiscales de terruños, tribus y demás, no son gente buena, sólo quieren que los vecinos andemos dándonos golpes con los palos de las banderas mientras ellos van haciendo trampas).

Los papás siempre os decimos que tenéis que aprender a compartir con los demás. Tus hermanos ya saben aquello de dar sin esperar nada a cambio. Eso es bueno. Ahora bien, cuando te obligan a dar pudiendo recibir la nada, cuando lo que das, encima, no sabes si llega a quién lo necesita, llegas a una conclusión triste: además de ser tonto por hacer un “sobreesfuerzo”, mi trabajo ya no tiene sentido; ya no quiero ayudar a cumplir las normas, sino que comienzo a sentir la necesidad de incumplirlas.

Por todo ello, como no sé si estoy en una ensoñación turbulenta o en un trance de lucidez desconcertante, querido hijo, para salir de dudas, me he visto obligado a pegarme un tiro en el pie…

Tu padre, que te quiere.

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