El coronavirus ha llegado y nos obliga a permanecer en nuestras casas. Tenemos por delante unos días de confinamiento que deberemos aprender a sobrellevar de la mejor manera. Sin embargo, creo que, esta crisis es una gran oportunidad para nosotros, para encontrarnos con nuestros seres queridos, con los que compartimos hogar cada día, con amigos y vecinos con los que cohabitamos. Pero, sobre todo, con nosotros mismos. Intuyo que más que al coronavirus, muchos le temen más al detenerse e, individualmente, enfrentarse a sí mismo.
Y esta idea me trae a la memoria un texto del filósofo Blaise Pascal, en su obra inacabada «Pensamientos«, en el que, asocia la diversión como ese instrumento que halla la condición humana para esconder su vacío existencial.
«La diversión es lo único que nos consuela de nuestras miserias; sin embargo, es la mayor de nuestras miserias. Pues nada hay que nos impida más preocuparnos de nosotros, nada que nos lleve más a que nos perdamos insensiblemente. Sin esto, nos encontraríamos en el tedio, y este tedio nos incitaría a buscar un medio más eficaz de salir de él. Pero la diversión nos entretiene, y nos hace llegar insensiblemente a la muerte.»
Debo reconocer que, Pascal tenía algo de cascarrabias y, quizás por eso, no es excesivamente popular, especialmente, en esta posmodernidad de pensamiento líquido y voluntad volátil. Sin embargo, en su filosofía, desarrollaba una idea muy interesante según la cual, la esencia del hombre es su pensamiento, su racionalidad, el cobrar conocimiento de su condición vulnerable y miserable. Hablaba de que debemos asumir esta condición, en la medida que somos mortales, débiles ante las enfermedades y el dolor. Ahora bien, los hombres y mujeres son grandiosos e increíbles, precisamente, porque gracias al pensamiento cobran conciencia de esta limitación y es capaz de superarlo y sobrellevarlo.
Pero la razón no basta. «Anhelamos la verdad y no hallamos en nosotros más que incertidumbre«. La duda, la incertidumbre, es la enfermedad del pensamiento. Por eso, para Pascal, la salvación humana, la verdadera felicidad, pasa por la combinación de razón y corazón. Allá donde no llegue la razón, por nuestras propias limitaciones cognitivas, debemos dejarnos llevar por el corazón (en su caso, asociado a la fe o creencia en Dios).
En estas, precisamente, ayer recibí el libro «Antifrágil» de uno de los pensadores contemporáneos más brillantes, Nassim Nicholas Taleb, en el cual, el autor ahonda en la necesidad de que los hombres aceptemos la incertidumbre, no sólo como una realidad, sino como algo deseable, es decir, como una fuente de oportunidades. Como afirma en sus conclusiones, vivimos en «un mundo cuyo encanto reside precisamente en nuestra incapacidad para entenderlo de verdad».
Tenemos una dura y compleja realidad por delante, pero si hasta un personaje tan cenizo como Pascal, veía esperanza y luz brillante y resplandeciente al final del túnel. El reto es que, cada uno de nosotros, ofrezca lo mejor de sí mismos, con su familia, amigos, vecinos y conciudadanos. Saldremos de esta. Os lo garantizo.
En mi caso, como me gusta escribir, me he propuesto acompañaros estos días de confinamiento. No sabemos si serán quince días, un mes o más. Pero sean los que sean, me propongo estar aquí, combinando ideas, pensamientos y experiencias. Bien sea de fiscalidad y de nuestro devenir profesional, de economía digital, filosofía, historia económica, libros, cine, etc. y cualquier idea o sugerencia que se os ocurra. Os invito a que vosotros me propongáis temas e inquietudes, y entre todos, como comunidad, compartamos momentos y vivencias, preocupaciones e ilusiones, de estos días.
Estoy convencido que esta experiencia compartida nos unirá y nos permitirá conservar una cierta proximidad y cercanía que facilite nuestro el camino de la esperanza.
Por cierto, os dejo, que tengo que montar los horarios lectivos del homeschoolling y preparar las tablas de ejercicios físicos, como si estuviese yo capacitado para ello…