Asesor fiscal en confinamiento. Día 20.

Ayer se daba a conocer un nuevo manifiesto conjunto, el cuarto, de las diversas asociaciones y colegios profesionales tributarios para solicitar al Gobierno y, en particular, al Ministerio de Hacienda a fin de que tengan a bien ampliar los plazos reglamentarios de declaración de impuestos, dadas las dificultades para disponer de la información y documentación necesaria.

Salvo sorpresa de última hora, la respuesta será similar a las previas…

Cri, cri…

Este hecho me mueve a algunas reflexiones previas. Permitidme que las comparta en abierto con vosotros.

Dejemos de lado la conveniencia u oportunidad de la solicitud. Desde mi particular punto de vista, creo que sería una medida que permitiría a los operadores económicos aliviar de ciertas tensiones en el actual contexto, aparte de un cierto desahogo financiero, para que puedan centrarse en preparar el restablecimiento de la normalidad y la recuperación económica y financiera.

Por supuesto, hay otras personas, algunas con una forma de pensar sumamente inquietante, que consideran que, precisamente en la situación crítica actual, el Estado no debería de renunciar a ningún recurso (asumiendo de inicio que le pertenecen), debería acapararlos y disponer de los mismos para los fines que considere apropiados. Con esta idea, del confinamiento al gulag, sólo resta un pequeño paso…

Pero bien, conviene hacer una verdadera autocrítica de cómo hemos llegado hasta aquí y cual es nuestra realidad.

No entro en si les caemos más o menos bien, el grado de simpatía o afinidad, proximidad o si nos aprecian o no. Es mutuo. El principal problema es que la Administración tributaria (y en concreto, la AEAT) no nos respeta como colectivo. Se puede permitir el lujo de ignorarnos y olvidarse de nosotros a su conveniencia, porque sabe que somos una especie de chihuahua chillón y protestón que, por más que ladre, nunca morderá ni causará daño alguno. Por tanto, si no nos respeta, no es por pura maldad, sino porque no nos hacemos respetar.

Podemos llenar España de manifiestos y proclamas reiterativas y la AEAT seguirá a lo suyo, porque sabe que, una vez amaestrados, seguiremos apurando, a costa de nuestra salud física y mental, para presentar las declaraciones de nuestros queridos clientes, en tiempo y plazo reglamentarios.

Este maltrato no es nuevo, sino que viene de una deriva de unos años donde las asociaciones, los colegios y demás entidades profesionales han sido incapaces de levantar la voz y protestar, salvo alguna honrosa excepción. La humillación total, el doblamiento de la cerviz, aconteció hace unos meses con ocasión de la firma y suscripción del Código de Buenas Prácticas (CBP) por parte de la mayoría de las entidades ahora firmantes de las sucesivas peticiones de clemencia.

No hace falta incidir en la herida. Lo hecho, hecho está.

Volvamos a lo que íbamos. Vayamos un paso más allá. Pensemos en nosotros mismos. ¿Acaso alguno ha tenido la osadía o el gesto de devolver la cuota de autónomos de la Seguridad Social, siquiera sea en solidaridad con parte de sus clientes, como forma de protesta? ¿Acaso alguno solicitará el aplazamiento de las deudas tributarias y de la Seguridad Social si tiene liquidez suficiente? ¿Cuántos estáis dispuestos a asumir riesgos personales y profesionales por la defensa de los derechos y libertades civiles, nuestros y del conjunto de la ciudadanía?

No hace falta responder. Todos, incluida la AEAT, lo sabemos.

Aunque todas las grandes causas han tenido sus mártires, creo que el camino no pasa porque los asesores asumamos un sacrificio colectivo. Además, el hecho de incurrir en el impago de nuestras obligaciones pecuniarias con la Administración, tendría un impacto tan poco relevante que, aún resultaría contraproducente pues, revelaría el escaso peso que tenemos. Aún si cerráramos los despachos y gestorías, tendríamos una oportunidad. Pero, claro, un colectivo tan fraccionado y variopinto, lleno de oportunistas (especialmente, los grandes despachos), hacen inviable la idea. Así que, abandonemos estas y cualquier otro proyecto de ensoñación irrealizables.

Lo que sí podemos hacer y deberíamos contemplar, a futuro, con la debida serenidad, pero con firmeza, es dejar de ofrecer el lomo para que nos pasen la mano por encima y pegar alguna que otra dentellada. Sería conveniente vencer miedos y derribar algunas barreras mentales que nos lastran nuestras acciones. Los instrumentos legales están ahí. A uno lo respetan cuando se hace respetar.

A nivel colectivo, ya va siendo hora que dejemos de hacer el ridículo y rompamos relaciones con la Administración tributaria. Tal cual. Cuando alguien no te respeta como es debido, no merece seguir manteniendo relaciones como si nada sucediese. Ya está bien de ponernos húmedos cada vez que alguien de Hacienda se digna a descolgar el teléfono y atender nuestra llamada. Ya está bien de suspirar para que venga el subsecretario de Hacienda de turno o el jefecito de la Agencia Tributaria a darnos una plática a nuestros eventos profesionales, con mesa y mantel incluidos. Ya está bien de ofrecer colaboración y pedir ruegos para que cumplan la Ley. Oigan, no, si se pasan la norma por el forro, ni cartas ni ruegos, la vía judicial oportuna, sin descartar ninguna. Ya está bien de poner ojitos y felicitar a los miembros de la Administración que, habiendo hecho lo que han hecho, se pasan a la vía profesional para rentabilizar sus acciones personales y encima los metemos en nuestros órganos representativos para darnos lustre. Ya está bien de mantener y elegir esos presidentes, decanos, directivos y demás burócratas de asociaciones y colegios que anteponen sus relaciones y vínculos personales con la Administración a los intereses del propio colectivo.

Ya está bien…

No confundamos cortesía con pleitesía, ni la diplomacia con la sumisión. Las primeras conllevan respeto. Las segundas, humillación y desprecio.

2 pensamientos en “Asesor fiscal en confinamiento. Día 20.

  1. Jose Luis Collantes

    Me identifico totalmente con su escrito y lo suscribo desde el inicio al fin.
    ¡Bravo! Más alto se podrá decir, pero no más claro.
    Basta ya de paños calientes y «pretendida confraternización» con colaboradores sociales.
    Batalla cada día donde y hasta donde haga falta, hasta que los derechos de los ciudadanos se reconozcan por la AEAT y por cualquier Administración Pública.

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