Asesor fiscal en confinamiento. Día 31.

En relación al post de ayer, alguna persona, con buen criterio y la mejor de las intenciones, me señalaba que el artículo, aunque fuese acertado, no contribuía a dar esperanza a las personas, entendiendo que, la esperanza es el sentimiento más demandado por la población en el actual contexto. Es una mera suposición, porque ni el amable lector ni yo podemos conocer realmente qué necesitan o no las personas. Es incognoscible.

Dicho esto, el artículo tenía una cierta intencionalidad, exponiendo con la debida crudeza la triste realidad, quisiera generar el pánico mínimo necesario para mover a la gente.

Los seres vivos, entre ellos, los humanos, nacemos con el instinto de reaccionar ante cualquier amenaza que percibamos. Este instinto es fundamental para la supervivencia. Cuando un par de homínidos andaban por las llanuras del Serengeti y veían que se aproximaba un grupo de hienas hambrientas, al menos, uno de los dos reaccionaba poniendo pies en polvorosa y buscando el oportuno refugio. Respecto de aquel que se quedaba a negociar con ellas y ver la manera de resolver la confrontación con el diálogo, no tenemos mucha constancia de su pervivencia. Así que, por lo visto, la historia de nuestra especie nos enseña que, el pánico es un mecanismo fundamental para la supervivencia, no sólo nos evita los peligros, sino que, nos permite anticipar la amenaza y adaptar nuestra respuesta a las circunstancias.

Aunque no nos guste oírlo, si viene una manada de hienas, creo que lo más sensato es advertir que viene una manada de hienas. Que luego sean hienas «pacifistas» no lo sé y entonces habré pecado de alarmista, pero vista la reciente experiencia con el COVID-19 (yo he sido el primero en infravalorar el riesgo), más vale que nos tomemos en serio la situación económica real y la analicemos objetivamente.

Porque, además, la esperanza pasa por reaccionar a tiempo. Tomar conciencia de la situación real, objetivamente hablando, y tomando decisiones que pueden ser trascendentales.

Otra de las grandes enseñanzas de la historia de la Humanidad, sobre todo en los albores de las civilizaciones, es que sobreviven con éxito los que mejor se adaptan al ecosistema y al entorno. No son ni los que tienen mayor capacidad intelectual o ni los más «cachas», son aquellas personas que tienen mayor capacidad de mutación y transformación, obtener soluciones que les permitan no sólo resistir las adversidades sino aprovechar los momentos críticos para conseguir ventajas, más allá de la robustez y la resiliencia.

Es el momento de, debidamente acojonados y con perspectivas realistas, cada uno busquemos soluciones. La esperanza, como el éxito, se logra cuando uno se la busca. Dejemos de confiar en que nos vengan a solucionar nuestros problemas. Nadie lo hará, menos la Administración pública.

Y pese a parece tan pesimista, soy un optimista vital porque sé que las personas, los españoles, a lo largo de la Historia hemos sido capaces de las mayores gestas en los escenarios más difíciles y aterradores. Pero, eso nunca se ha conseguido esperando a que alguien te venga a socorrer o que te llueva una ayudita del Gobierno de turno, sino procurando soluciones y alternativas aún en los momentos más desesperados.

Si queréis esperanza, leeros la historia del asedio de Cartagena de las Indias y Blas de Lezo, o la situación de los tercios en el montecillo de Empel rodeados de las aguas desbordadas y heladas del río Mosa, así como miles de hechos más. Ahora bien, hay un denominador común, cuando los estudiéis más allá de la anécdota y el ardor patriótico, comprobaréis que, siendo conscientes de la dificultad y de la improbable victoria, los implicados nada esperaban de los demás y se sacaron las castañas del fuego ellos solos. Y es que, para variar, la Administración del momento, tampoco estaba para ayudar.

En conclusión, el escenario es el que es, es trágico y tenemos nubes negras en el horizonte. Pero, también, soy optimista porque, en esta época de confinamiento, he conocido a través de las redes a mucha gente maravillosa que no está dispuesta a seguir postrada y aunque seamos pocos, los que seamos, saldremos adelante porque no estamos dispuestos a mirar atrás ni dejar que otros nos digan lo qué debemos hacer y cómo hacer para sobrevivir. Allá cada cual con las «hienas» que vienen.

6 pensamientos en “Asesor fiscal en confinamiento. Día 31.

  1. puebla

    Gracias, Emilio, por escribirnos cada día. Yo te agradezco cada post, y no importa si hay personas que están o no de acuerdo con lo que dices, realmente eso es perfecto: que cada cual podamos expresar nuestras opiniones. A mí personalmente, y no te conozco más que por tu blog, tus post me inspiran, me acompañan y me dan esperanza. Esperanza en un mundo diferente al que teníamos. Esperanza en un mundo en el que no importe solo el entretenimiento y cómo matar al aburrimiento y esperar a que alguien nos saque de ésta. Esperanza en un mundo mejor. En un mundo con menos odio, menos envidia, menos miedo y menos rencor. Un mundo de Luz, de almas bellas que no quieren ser manipuladas y son libres y amorosas. Y la tengo, la esperanza, porque verifico que hay seres humanos que están sacando lo mejor de sí mismos, ofreciendo a los demás sus talentos, dándose generosamente, mostrando su interior, sus miserias, sus alegrías…

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  2. Marcos Hernández

    Yo también creo que hay que tener esperanza y optimismo ante esta situación. Pero una cosa es tener esperanza y optimismo y otra cosa es disfrazar y negar la realidad de forma torticera. Quiero un Gobierno que no nos mienta y que no nos trate como imbéciles. Viendo las noticias en TV parece que en vez de vivir una tragedia como la que estamos viviendo, parece que en España vivimos en el país de “Alicia en el país de las maravillas”. Gente aplaudiendo y cantando en los balcones, sanitarios haciendo coreografías, policías haciendo de animadores en cumpleaños… Mientras tanto, más de 17.000 muertos (cifra oficial), una economía paralizada y una crisis venidera que va a dejar a este país irreconocible. Y encima tenemos la desgracia de estar gobernados por comunistas. Sigamos cantando y aplaudiendo.

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