Me hago mayor. Es una reflexión que me hago, últimamente, más de lo habitual. En parte, ello se debe a la presencia de un nuevo miembro en la familia que, conforme va pasando el tiempo, se hace cada vez más mayor y, a medida que él crece, uno refleja el paso del tiempo en su evolución.
Relacionado con lo anterior, otro motivo que refleja el tempus irremediabili fugit es esa sensación que penetra en uno mismo acerca de que todo tiempo pasado fue mejor. Esa tan humana añoranza de la juventud que, mezclada con los continuos remakes televisivos, le hacen a uno sentirse más y más mayor. El estreno del nuevo Robocop, a modo de ejemplo, nos recuerda que la primera película de la saga fue un éxito en el año…¡1987! Yo tenía la friolera, nada más y nada menos, de diez u once años; ahora, pinto canas.
En fin, otro de los títulos que ahora se reponen en un formato más moderno y que disfruto cada mañana mientras desayuno es La Abeja Maya, ese claro manifiesto de los años 80 sobre las virtudes y defectos del hombre y la mujer, encarnados en el glotón, dormilón, miedoso e inepto Willy y la inteligente, buena, simpática, atrevida, valiente y guapa Maya. Toda una metáfora de las características de ambos géneros humanos.
Pues bien, la nueva melodía de la serie (como el actual himno de mi equipo de fútbol, que ha cambiado aquello de «tu nobleza justifica el adjetivo» por una sintonía inerte) me lleva continuamente a ese melancólico sentimiento de añoranza de la canción que yo viví de pequeño y cada día salgo de casa recordándola. ¿Quién no recuerda aquello de «En un país multicoloooor, nació una abeja bajo el sooool«?
A todo esto, y de ahí que me permitan el juego de palabras del título de esta reflexión humorística, hoy me ha ocurrido lo mismo, con la novedad de que al llegar a mi oficina me he topado con el Boletín Oficial del Estado y, leyéndolo, a la vez que se me transformaba la expresión de la cara, se pervertía en mi mente el título de la sintonía musical. Es lo que tiene dedicarse a leer leyes, normas oficiales y otras no tanto.
En efecto, ayer se publicó en el boletín la Ley 1/2013, del País Vasco, de «Aprendizaje a lo Largo de la Vida«, ¿no es maravilloso? El legislador -en este caso, foral- quiere entrometerse en el desarrollo personal de sus ciudadanos -y ciudadanas, por supuesto, no vayamos a ser políticamente incorrectos y lingüísticamente idóneos- hasta el punto de dirigir su vida fomentando un aprendizaje continuo, incluso «que atienda los deseos y necesidades de aprendizaje de la ciudadanía jubilada y que la prepare para el envejecimiento activo«.
No sé yo lo que es el envejecimiento activo, pero digo yo que cuando me jubile, de lo que tendré ganas es de que los poderes públicos me dejen en paz y me paguen lo que puedan de la pensión que me he ganado, con la que yo no cuento. Pues no, estoy equivocado, ya que «los cambios hacia una sociedad más participativa, multicultural y sostenible demandan mejorar las competencias personales para que las ciudadanas y ciudadanos puedan desenvolverse en una sociedad más compleja«. O sea, que cuando llegue mi ocaso personal, nada de pasividad. Debo formar parte, obligatoriamente, de ese núcleo social soñado por la ley.
Parece que nos acercamos al país multicolor de Maya y, en él, no hay espacio personal para la pereza, la apatía o la modorra. Todo el mundo tiene que ser participativo y proveerse de acciones formativas -yo diría, más bien, adoctrinamiento- en todas las etapas de su vida.
La norma en cuestión se empeña, además, en recordar que para nada se refiere a la educación reglada. No, hombre, no. Eso es propio de una facciosa y decadente sociedad del siglo XX: «las personas aprenden también a través de la experiencia laboral, de la actividad vital que desarrollan (aprendizaje informal)». Claro. Y entiendo que también aprenden viendo el Salsa Rosa de Telecinco y las quebradas televisiones públicas.
Me estoy imaginando a un conjunto de ciudadanos -y ciudadanas- vascos sentados en unos bancos de piedra sin respaldo, vestidos a la manera de los partícipes en la Academia de Platón y escuchando la clase magistral de un maestro con boina, entre Anasagasti y Arzallus, acerca de las bondades del «envejecimiento activo»… Como dice Carlos Herrera con cierta asiduidad, en este país no cabe un tonto más.
Si unimos esto a la educación en el «emprendimiento» de la que hablé en un comentario al post dedicado a la ley de emprendedores, no sé yo de dónde voy a sacar tiempo para hacer lo que me venga en gana, para holgar, ver el fútbol, tomar cerveza y dormir la siesta.
Se comprenderá que el objetivo de este post es lúdico y lo único que desea reflejar es que, para el firmante, la intromisión en la libertad individual de esta sociedad es brutal, a través de leyes con títulos melifluos que nada tienen que ver con las gravosas imposiciones (personales y monetarias) que contienen en sus articulados.
Ahora, en Cataluña, el Gobierno (también quebrado) se ha inventado un par de tasas más: una, supuestamente para salvar el cine en catalán y que gravará el ADSL (¿qué tendrá que ver el cine con el internet o el móvil, a todo esto?) La otra, aún más surrealista, gravaría con 100 euros a las operadoras de telefonía por cada reclamación ante Consum que interponga un usuario. Pero no crean que el legislador patrio tiene la exclusividad en utilizar títulos altamente metafóricos para sus leyes, pues debe recordarse que lo que aquí el legislador llamó «declaración tributaria especial» -léase, amnistía fiscal- en Alemania se trató en una Ley para el Fomento de la Sinceridad Fiscal (B6BI 2003 I). Bonito, ¿no?
Pues ahí no acaban los ataques a la esfera personal del administrado. Si solo fuera el legislador el que amedrentara a la ciudadanía, otro gallo cantaría. Lo peor es que además tenemos un poder ejecutivo, léase Administración, aún más voraz, intrusiva y machacante.
¿Quieren una pequeña muestra? Les paso a escribir textualmente la información con trascendencia tributaria (sic) de un requerimiento de información remitido por la Agencia Tributaria a un contribuyente, relativo a la compra de una vivienda familiar (no es ciencia ficción, lo juro):
1. Descripción del proceso de elección de compra: cómo localizó la vivienda, intervención de agencias o agentes de venta… Imagínense el juego que repartirían Gila y su entrañable teléfono rojo ante tal llamada por parte de Hacienda: Pues mire, caballero, yo pasaba por allí, vi el letrero, y me dio por llamar. Joer, es que el panel era mu llamativo, ¿sabe Usté? Creo que hice una buena compra.
2. Identificación completa de la persona con la que llevó a cabo todas las negociaciones tendentes a la compra: precio, visitas a la vivienda, plazos… Hombre, completa, completa. Pues yo solo sé que se llamaba Conchi, y que era mu guapa. ¡Menudas piernas tenía! Era bien parecida la zagala y en una rueda de reconocimiento, seguro que la identifico, !pues¡
3. Identificación de cualquier persona que interviniera en la operación (…). En caso de no conocer la identidad, confirmación de la existencia de terceras personas en la operación. A ver, haberlas, las había, pero vaya Usté a saber.
4. Copia del contrato de arras en caso de existir.
5. Identificación de la persona que redactó el anterior contrato. !Qué difícil¡ ¿De puño y letra? Pues no lo sé. Supongo que el becario o el administrativo de la gestoría. Redactar unas arras no es tarea compleja. Hasta Willy, el de la teleserie de la abejita, podría hacerlo después de haber libado polen suficiente para tener energías. Por la redacción, yo diría que el escribiente tenía, como mínimo, el bachillerato, mire Usted.
6. Número de teléfono y persona de contacto a quien pueda dirigirse la Inspección en caso de necesitar alguna aclaración. Pero, a ver, ¿no me han enviado Ustedes un requerimiento? Pues ya tendrán mis datos en su base de datos, ¿o qué?
Pues nada, ahí queda eso. No es ciencia ficción, repito, es la realidad que vivimos. Normas ilegítimas en todos los ámbitos que, como el requerimiento que les acabo de transcribir, anulan nuestra libertad individual, nuestra esencia como personas.
Si a ello le unimos el cúmulo de obligaciones legales que nos vemos abocados a cumplir y la diarrea legislativa que padecemos, ciertamente la situación es preocupante. Si ya lo dijo el Magistrado Navarro Sanchís hace año y medio en uno de sus memorables y valientes artículos: «desde hace algún tiempo se van imponiendo unos modos espasmódicos y abruptos de legislar que, poco a poco, erosionan la idea constitucional del sistema tributario justo dando paso a una situación en que parece imperar su contrario dialéctico, el caos tributario injusto, al que se desemboca con normas coyunturales, adheridas a la realidad más inmediata, sin orden ni concierto, carentes de reflexión y de sosiego, nacidas para vivir unos meses y ser sustituidas por las siguientes normas coyunturales, sin la más mínima vocación de permanencia«. Ahí queda eso.
Lo que les decía: cualquier tiempo pasado fue mejor. Me vienen recuerdos de cuando acabé mis estudios y empecé a trabajar. Existía un sistema tributario -y un ordenamiento jurídico en general- estable, cierto, calmo. Uno se podía mover en él con escasa experiencia y muchas ganas. No se cobraba mucho, pero uno se sentía en tierra firme, no mareado por la náusea de obligaciones que debemos cumplir hoy. Pobres generaciones futuras, esos jóvenes a los que cubre el mantra de «generación mejor preparada» -otra falacia que, por repetición, ha calado en lo más hondo-, lo van a tener muy fastidiado de seguir por estos derroteros los aprendizajes a lo largo de sus vidas…
Simplemente genial!
Estoy muy de acuerdo contigo, sobretodo en la parte final del texto. Lo que aprendí de Fiscalidad y Tributación en la Universidad, ya no sirve para nada, ha cambiado todo tanto….
Un abrazo!
Paciencia Esaú, que todavía te queda un post sobre el nuevo «whooper» de normas:
La Ley 16/2013.
Con la cantidad de compañeros que han vivido sólo de la Ley de Arrendamientos Urbanos… Esto ya no hay quien lo aguante
Enhorabuena, Esaú!!! Has logrado describir lo inefable.
Lo paradójico del caso que relatas es que es tan triste como desternillante (si no fuera, claro, porque hay dinero público de por medio). Creo, sinceramente, que hemos de optar entre la emigración (no es fuga, sino expulsión) o abocarnos a ser testigos del «show» (en tal caso, vayamos haciendo acopio de más palomitas …).
Muy en la línea de este brillante post os recomiendo otro artículo muy interesante del siempre elocuente Fernando del Pino Calvo-Sotelo:
http://www.fpcs.es/?p=220
Felicidades Esaú! Has conseguido que derrame unas lágrimas de risa con ese requerimiento. Creo que vamos a ser testigos de momentos memorables y que, quiera Dios, contaremos a nuestros nietos.
Esaú, te cambio el requerimiento que referencias por uno de bodas/bautizos/comuniones (en portada del EXPANSIÓN hoy).
Lo «malo» es que van a dejar de tener la consideración de raros y curiosos en favor de la de comunes.
Pueden ser, sin duda, muy divertidos los requerimientos de bodas y bautizos: dígame Usted el nombre completo del cura y su séquito; ¿cómo contrató Usted al disc-jockey?; ¿estaba Usted lúcido en ese momento?…En fin, lo que pediría -y de ahí el leit motiv de mi post- es que hagan su trabajo como buenamente puedan, sin molestar sobremanera al contribuyente.
Muchas gracias por vuestros comentarios. Muy interesante el blog del señor del Pino, por cierto. Saludos. Esaú
Hoy se publica en el BOE otra delicia: la Ley de Castellanos y Leoneses en el Exterior…!Que sigua la fiesta normativa! Por cierto, a través de una red social, un compañero venezolano me ha comentado que no nos tenemos que quejar. Ellos tienen una cartera ministerial con un Ministro para la Felicidad Suprema…!Chúpate esa!!!
Como pregona el Filósofo (El Spiderman de Barakaldo, conocido por su afición al peyote y la ayaguasca)….la vida no es un lugar seguro (que grande! Un mundo explicado en 7 palabras.), y de eso bien se encarga el ordenamiento normativo que se viene cultivando a nuestro alrededor.
Considero que es un triunfo del poder fáctico (que diga Robespiere cual es porque yo ya no los diferencio), el hecho de que la ciudadanía viva instalada en la cultura del miedo, que no sepa el terreno que pisa y si este es de barro o cristal (aunque nos lo vendan como cemento -que no, que es por el bien de todos, por un mundo mejor y más justo-…Ah fale). Eso nos hace, a la par que inseguros; pueriles, dependientes, temerosos y sumisos de Papa Estado….»lo haré bien? me castigará? el caramelo casi que prefiero me lo de un desconocido a la puerta del cole….».
Y luego los oyes hablar de desapego o desafección..¿que quieren?. Con esa excesiva y desmedida voluntad y actividad normativa y fiscalizadora, tanto del ámbito personal como general. Feliz 1984!:
– Papa…
– ¿Que hijo?
– Adiós!
– Pero ¿Porque?
-….Por si acaso!
Dice el OJ, que el desconocimiento de las leyes no exime de su cumplimiento…como para aprendermelas estoy, con lo vacías y efimeras que son…lo que dan ganas es de saltárselas, ahora que lo pienso, lo más probable es que lo haga asiduamente pero no sea consciente de ello. Suerte que el amigo Esaú (y resto de escribentes de este cuaderno) nos hacen el favor de comentar con criterio lo que se viene cociendo en las calderas de Pedro Botero…digo, de las comisiones legislativas, administraciones y otros entes que parecen provenir de un Universo paralelo.
Mis respetos para Willy!