“En lugar de levantamientos y amenazas de revolución, hoy, generalmente observamos a los contribuyentes en un aparente estado de apatía. Parecen estar bastante dispuestos a consentir con la pesada carga del sistema tributario, e incluso, en ciertas ocasiones, a soportar aumentos enlazados con iniciativas que incluyen gastos adicionales destinados a ganar popularidad.”
Los motivos para que ello sea así es que, en las épocas de crecimiento, “los contribuyentes han consentido y permitido al fisco que crezca en forma desproporcionada siempre que, los niveles absolutos algo mayores de los ingresos netos, queden a su disposición”, es decir, cuando el crecimiento de la renta o producto no ha sido totalmente “expropiado” por las administraciones tributarias. Ahora bien, en épocas de contracción, como la presente, dicha apatía se mantiene fruto de determinada inercia: “El hecho es que lo que toma el fisco, sea directa o indirectamente, es cada vez mayor y esto es permitido y tolerado por la inercia institucional vigente. Los llamados representantes de los contribuyentes permiten que las estructuras tributarias gigantescas no se modifiquen a medida que cambian las circunstancias económicas, y estas estructuras generan resultados que no hubieran sido proyectados por ninguna coalición política.” La razón es obvia, la voracidad del gasto público proporciona medios para la satisfacción de los contribuyentes-electores, quienes temerosos de sus pérdida, se resisten al cambio o la minoración de los ingresos públicos.
Si bien parecen extraídos de cualquier publicación actual, estos breves pasajes y apuntes fueron expuestos en junio de 1999 por el profesor James Buchanan. Y es que, si alguna cosa caracteriza el pensamiento y obra de dicho economista y politólogo, es su abrumador realismo y el brutal pragmatismo.
James Buchanan es el referente de la Escuela o Teoría de la Elección Pública (Public Choice), a la que, como él mismo definió, consistía en un “programa de investigación” que se proponía determinar cómo es la toma de decisiones políticas de tipo colectivo. A este conjunto de investigadores e intelectuales, entre otras cosas, se les debe el conjugar y explicar la toma de decisiones políticas y las relaciones entre Gobiernos y Ciudadanos a partir de la racionalidad económica.
Y, es que, con gran visión, catalogó el régimen democrático, las instituciones políticas, las elecciones y demás mecanismos políticos como un mero mercado, donde los político actúan bajo parámetros economicistas, es decir, como mercaderes o comerciantes que ofrecen un producto, su elección, a cambio del cumplimiento de un programa de apoyo al colectivo de electores-clientes que le apoyan.
“Gran parte del crecimiento de las transferencias del gobierno se pueden explicar mejor sobre la base del comportamiento de los agentes políticos, que compiten por el apoyo de las circunscripciones a través de promesas de transferencias discriminatorias.”
James Buchanan, por la vía de los hechos, dictaminó el “fin de la Política” entendida como debate intelectual y controversia de ideas. No negaremos el concepto de “interés general”, pero, a la hora de la verdad, la política real es un mercado donde los electores actúan más como clientes y consumidores que como ciudadanos. Las decisiones de los agentes políticos no responden plenamente a la satisfacción del “interés general” ni se debe a consideraciones teóricas y utópicas, al contrario, sufren condicionamientos políticos (grupos de presión, grupos de electores, compromisos, etc.) que las explican. A los “fallos del mercado” que justificaban presuntamente la existencia de determinado Estado del Bienestar, James Buchanan y Gordon Tullock oponen los “fallos del Estado”: los gobiernos no son entes eficientes y altruistas que trabajaban para eliminar las imperfecciones de los mercados. Al contrario, los gobiernos son el agregado de personas persiguiendo sus intereses personales, no el interés público.
La Teoría o Escuela de la Elección Pública ofreció una base para que las personas pudieron (y pueden) comprender por qué, una vez establecidas, las burocracias tienden a crecer aparentemente sin límites y sin conexión con las funciones prometidas inicialmente. Pudieron (y pueden) comprender que la política de asignación de fondos estatales en beneficio de una zona o un grupo predominaba en la labor de los legisladores; por qué parecía haber una relación directa entre el tamaño total del gobierno y la inversión en esfuerzos para asegurarse concesiones especiales del gobierno (búsqueda de rentas); por qué el sistema impositivo se caracteriza por un creciente número de créditos especiales, excepciones y cláusulas de escape; por qué es tan difícil garantizar el equilibrio presupuestario; etc. En resumidas cuentas, como el propio James Buchanan dejó dicho, “la elección pública ha contribuido a que la gente se quite sus lentes de color rosa cuando mira el comportamiento de los políticos y el funcionamiento de la política.”
El pasado 9 de enero de 2013 falleció James Buchanan.
El desconocimiento de su persona y obra en esta España es una muestra de la pobreza de ideas del debate político y económico, así como un indicador del grado de miseria intelectual reinante en nuestro ámbito académico.
Queridos amigos, con independencia de vuestro posicionamiento ideológico, James Buchanan es un personaje sumamente atractivo y su pensamiento ha sido un revulsivo en el debate de las ideas durante la segunda mitad del Siglo XX. Recordaros que, entre otras muchas cosas, Premio Nobel de Economía inclusive, era un especialista de Hacienda Pública y de las políticas fiscales y económicas de los Gobiernos.
Os animo a su lectura y reflexión, hoy, más que nunca, de triste realidad.
Me acabo de retrotraer a mi época veinteañera leyendo este post.
En un examen de grado en la licenciaturia de económicas (Universidad de Barcelona) tuve que exponer un tema relacionado con el «Public Choice», y sin duda en aquel momento sin tener mucha idea al respecto. Esos típicos exámenes con temario amplio y diverso en el que te puede salir cualquier cosa, pero que a mí me sirvió para sacarme el grado y para intuir que las aportaciones de este premio Nobel estadounidense eran algo serio y digno de estudio.
Por cierto, acabo de descubrir en la inevitable Wikipedia que a James M. Buchanan se le considera cercano a la escuela austríaca de economistas que no es una de mis preferidas, pero dentro de la cual se estableció uno de los conceptos que más he explicado en mis clases de Contabilidad de costes. Me refiero al concepto de «coste de oportunidad».
Tardiamente he leido el arículo In Memoriam Buchanan. Efectivamente se requiere estudiar màs los efectos de las relaciones entre los diferentes grupos de presión y las decisiones de fiscalidad. Constantemente escuchamos se requieren màs recursos, pero al llegar al momento de la imposición surge la protesta del sector afectado. Ejemplos màs industrialización, acarrea contaminación y el enojo ambientalista se calma con el establecimiento de gravámenes ecológicos, con incremento de costos. El paso siguiente es la migración a nuevos países más benignos en el doble tema, la tenue imposición y tolerancia a la polución. ¡ Como en la mitología griega, volver a empezar el largo tejer¡