Dietario del 720 (II). Edipo en Colono.

Nos habíamos quedado, en mi particular guía de viajes particular por el modelo 720, en la aparición de un enorme personaje, luchador como el solo y de orígenes tan humildes como los míos, criado donde la ciudad (de Mallorca) cambia de nombre, Son Gotleu. Tomo aquí el título del mejor de los libros de Paco Candel, en el que se narra las vidas de los emigrantes barraquistas de la Barcelona de los 70, cuya lectura recomiendo no por su escasa calidad literaria sino porque, entre otros personajes, aparece mi abuelo paterno, q.e.p.d.

Mi nefasta memoria hace que no recuerde exactamente el momento en que conocí a mi gran amigo AdCZ. Pero sí tengo constancia fehaciente de la primera vez que me impresionó su humanidad, su carácter apasionado y su amor por el derecho. Fue en la previa a nuestra aparición en unas jornadas de fiscalidad que monta anualmente el colegio de Economistas de Cataluña en un hotel de la plaza España -todavía con ese nombre- de Barcelona.

Iba a ser nuestra primera conferencia juntos, de muchas que hemos tenido la oportunidad de impartir sobre esa bendita locura que son los incumplimientos del derecho europeo por parte del legislador español: sucesiones de no residentes, 720, responsabilidad patrimonial, intereses de demora, rentas de capital inmobiliario y tantos otros temas que dan para muchas horas de tertulia.

En esa primera conversación, me transmitió para siempre su pasión por el derecho en todos los asuntos que tenía encima de la mesa, da igual el importe económico que se jugara el cliente y las consecuentes expectativas de beneficio para él. Me explicó pormenorizadamente lo que le había llevado a ser uno de los denunciantes del modelo 720 en Bruselas y como había ido ejerciendo de “mosca cojonera” -término muy suyo- en el procedimiento que todavía se hallaba entonces en fase de instrucción por parte de la Comisión Europea.

Luego, en la charla, comprobé su capacidad de transmitir ideas complicadas utilizando un lenguaje sencillo, con metáforas extraídas de la jerga popular que le encantaban, y le siguen encantando, al público que asiste a sus ponencias. Nunca faltan los patos desplumados y Colbert -el valido del rey Sol al que yo solo recuerdo por haber desestimado el proyecto arquitectónico que había preparado un tal Miguel Ángel para el Louvre-, Belén Esteban y su Andreíta, Otelo y su calavera. Por no hablar de términos que ha acuñado él mismo y que hoy son de uso común en nuestro argot, como el de eutanasia fiscal, el soldado extracomunitario y tantos otros que muestran como sus conocimientos técnicos se mezclan con una innata capacidad de marketing.

A partir de ahí ha fructificado, además de una relación profesional de una confianza extrema, que nos hace compartir cualquier inquietud sin pedir nada a cambio, una amistad inatacable.

Para el anecdotario queda cuando, en nuestra particular Colono (una ciudad costera del norte de España) conocimos en persona al que hubo sido el Edipo Rey tributario, ya convertido en un mefistofélico y avejentado ex monarca jubilado. Su fatuidad, ciegamente, le había llevado a sentarse en una mesa preñada de gente, junto a sus dos némesis naturales: AdCZ y el que esto escribe.

Entre él y nosotros se encontraba un alto cargo funcionarial que, ejerciendo la labor del oráculo de Loxias en la magna obra sofoclea que se pasa ahora a representar brevemente, le espetó al confiado Edipo: “¿Sabe usted quienes son estos dos que se encuentran a mi lado?”.

Ante la mirada atónita del cuestionado, el sibilino oráculo le sacó inmediatamente de dudas, sin darle tiempo a responder: “Pues estos dos se han hecho ricos gracias a usted. PAUSA. Son los denunciantes del modelo 720”.

Su cara desencajada, pero sin atisbo de bochorno alguno, se reflejaba entonces en la sonrisa de caimán que muestra AdCZ cuando se encuentra relajado en la vera de los humedales, esperando a su presa. Probablemente ambos nos descojonábamos por dentro, tanto por el careto que mostraba nuestro interlocutor, como por el hecho de que el oráculo pensara que nos podíamos haber hecho de oro salvando a incautos de las fauces del lobo hacendístico. Lo nuestro no es la vanidad ni los tesoros, sino la grandeza de la victoria del derecho.

Tras recomponerse, Edipo contestó. Y he de reconocer mi incapacidad de reacción ante su respuesta que, seguida de un extenso lamento sobre la coyuntura económica, bla, bla, bla, se inició torciendo el gesto y argumentando que todo lo que había dicho Luxemburgo le parecía bien… salvo lo de la imprescriptibilidad, que seguía pensando que era una idea impecable y que no debería haberse eliminado.

Nuestro gesto se torció, nublado por el halo de Baco que se palpaba por el ambiente, pero de nada sirvió recordarle la seguridad jurídica, o que los delitos tan graves como el asesinato o la violación tienen plazos de prescripción determinados. Nada le convencía y Edipo se negaba a comprometer la memoria de su egregio pasado y, por supuesto, a pedir perdón por los inconstitucionales errores cometidos. El Rey se había ya transmutado en Narciso quien, distorsionando el sendero de putrefacción que dejó la normativa antifraude de 2012, rememoraba esa época con orgullo.

El resto de la noche transcurrió con la sensación agridulce, de sinsabor, que nos había dejado el empecinamiento regio. La verdad jurídica, la que habían otorgado una y otra vez los tribunales de justicia a los contribuyentes, no había mermado ni un ápice el falaz recuerdo de su mandato que tenía el pobre Edipo. Ver para creer.

CORIFEO: “Pues descansad y no provoquéis más el llanto; que, de todos modos, lo que os promete está sancionado.” Edipo en Colono. Sófocles.

Publicado en Iuris&Lex, revista jurídica de elEconomista.

3 pensamientos en “Dietario del 720 (II). Edipo en Colono.

  1. DAVID AP

    Probablemente Edipo, sí piense en su fuero interno que el modelo era una cagada, y más probablente todavía, lo supiera desde el inicio gracias al ingente equipo de grandes asesores con el que sin duda contaba. Pero aquí lo sangrante, no es que sienta más o menos remordimiento por las consecuencias que produjo su desafuero, o si reconoce más o menos su error, sino la total inexistencia de responsabilidades por un atropello legislativo como ese.

    Si a eso le sumas que cuando el TC tumba una normativa por ser contraria al ordenamiento, pero luego limita los efectos de dicha nulidad, vemos cómo se cierra el círculo de la impunidad, y lo que se beneficia son las arcas del estado a costa del contribuyente cumplidor. ¿La verdad jurídica? Ja!

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    1. Esaú Alarcón García Autor

      Pues no me queda más que añadir, David. Tienes TODA la razón. Gracias por tu comentario. Esaú

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