Henderson es una isla deshabitada del Pacífico sur, con una superficie inferior a los 40 kilómetros cuadrados y que, como tantas veces, pese a haber sido descubierta por un navegante bajo pabellón español, desde hace siglos está bajo soberanía británica. Entre sus hitos más destacables está el haber servido como refugio temporal de los náufragos del ballenero Essex en cuya odisea se basó Herman Melville para escribir Moby Dick.
Henderson tiene muchos ingredientes para ser un lugar idílico -de hecho, la UNESCO, ya en 1988, la declaró Patrimonio de la Humanidad-, pero lo cierto es que desde hace tiempo su fama responde precisamente a lo contrario: su localización geográfica la coloca en el epicentro de corrientes marinas que, cada día, arrastran a sus playas más y más desechos de plástico. Tan es así que ya acumula toneladas y toneladas de este material en sus arenales…
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Hace ya más de quince años que me incorporé a la Asociación Española de Asesores Fiscales (AEDAF), y siempre diré que aquella decisión marcó un antes y un después en mi carrera profesional. En estos tres lustros he vivido experiencias memorables que, creía, me permitirían decir que ya lo había visto casi todo, pero es evidente que la vida siempre mantiene esa inagotable capacidad de seguir sorprendiéndonos; y ésta no iba a ser la excepción.
La pasada semana, la AEDAF organizó a nivel nacional una jornada divulgativa sobre el nuevo Impuesto sobre Envases de Plástico no Reutilizables (IEPNR, en el argot), siendo Belén Palao y María Muñoz -ambas miembros de la AEDAF- las encargadas de abordar semejante reto, bajo la batuta de Arturo Jiménez, Director del Gabinete de Estudios. Los tres estuvieron magníficos, sobresalientes; mi enhorabuena -pues- a ellos, y mi agradecido reconocimiento por todo su buen hacer.
Durante la sesión (y hablo de apenas hora y media) se sucedieron una serie de fenómenos paranormales; en el bien entendido de que por tales me refiero a acontecimientos no esperables y fuera de toda la lógica que debe presidir este tipo de eventos. Todos esos poltergeist, por supuesto, lo fueron del todo ajenos a la voluntad de los tres protagonistas antes citados, que bastante mérito tenían intentando aportar luz en las tinieblas, desbrozando a golpe de machete un camino tributario tan ignoto como peligroso…
Y cuando hablo de fenómenos paranormales, me refiero a sucedidos tan estrambóticos como los siguientes:
.- El tema a abordar logró convocar a casi 500 asistentes, siendo así que, de ellos, el 20% ni siquiera eran miembros de la AEDAF. Un dato más que llamativo -por lo insólito- y que viene a evidenciar la extrema necesidad de intentar aclarar numerosos -y muy relevantes- aspectos de esta nueva figura impositiva que se nos echa encima el ya inminente 1/1/2023.
-. La retransmisión on line permite, como es habitual, la formulación de preguntas en el chat…; su ritmo fue de ¡¡¡1 consulta/minuto!!! Un ritmo meteórico del todo extraordinario en esta tipología de actividades formativas.
-. Pero, si me permiten, más que la cantidad (¡que también!) fue el propio tenor de las preguntas planteadas el que me hizo encender todas las alarmas y tomar consciencia de que el IEPNR ha venido a mostrarnos un drama: que, sin ser siquiera conscientes de ello, vivimos instalados en una esquizofrenia colectiva, los asesores fiscales (y, con nosotros, millones de contribuyentes) habitamos en una atmósfera del todo enrarecida y extramuros de lo que podríamos considerar el mundo real. No corre el aire: estamos atrapados en una cápsula que constituye en sí misma un universo paralelo.
-. Permítanme que se lo explique mostrándoles algunas de esas cuestiones que se trasladaban a las ponentes y al propio moderador:
. Apenas llevábamos unos minutos de exposición cuando uno de los asistentes on line suplicó literalmente: “por favor, ¿puedes ir más despacio?”. Entiéndaseme bien: el problema no era el ritmo de exposición impuesto por la ponente, el problema era que ésta tenía detectados tantos agujeros negros en el IEPNR que ello le apremiaba para lograr denunciarlos todos en el tiempo que se le había asignado. Es decir: necesitaba hablar rápido para que no se le quedara en el tintero ninguno de los múltiples -y gravísimos- aspectos del IEPNR que suscitan dudas y, por tanto, pánico.
. Poco después otro asistente salió del armario con esta otra inquietud: “una pregunta fácil, creo… Empresa que adquiere intracomunitariamente producto envasado en plástico. Ese plástico es destruido en España por ella. ¿Está no sujeto/exento?”. Entiendo que su “creo” ilustra debidamente el terreno del todo resbaladizo que pisamos.
. Ante la inquietud suscitada por si los plásticos comprados en 2023, pero con pagos anticipados en 2022, se ven afectados por el IEPNR, un interlocutor afirmó en el chat que “la semana pasada un formador de la AEAT lo confirmó”. Atención aquí: cuando la incertidumbre crea un ambiente del todo irrespirable, la gente necesita agarrarse a algo (¿un clavo ardiendo?), y ya no es que elevemos a fuente del derecho las CVs de la DGT…, es que ahora hacemos lo mismo con lo que figura en el Informa, en las FAQs y, no contentos con ello, ya le damos -también- ese mismo carácter a un comentario que un funcionario de la AEAT haga en una charla informativa. Cuesta abajo y sin frenos.
. Cuando se abordó la naturaleza de los “envases integrados” (i.e.: los que forman parte integrante de un producto y son necesarios para contener, sustentar o preservar dicho producto durante toda su vida útil), alguien en el chat afirmó algo que ya nos ubica al borde del abismo, en ese punto donde ya no cabe albergar ninguna esperanza: “el envase del yogur sí es necesario para consumirlo” (sic).
En fin, ¿qué quieren que les diga si la ponencia sirvió para dejar claro que cualquier consumidor, ya a título individual/particular, puede llegar a ser sujeto pasivo del IEPNR en función del plástico que incorporen sus compras en Amazon, Aliexpress o plataformas similares?
Ese día, siendo testigo de ese panorama, tomé consciencia de que estamos perdidos, del todo. Vivimos en un país enfermo (España es el único -por ser el primero- miembro de la UE que implantará este engendro fiscal el próximo 1/1) que, además, está en un continente sin rumbo; donde la burocracia y el papeleo amenazan con asfixiarnos un día sí y otro también.
Lo lamento, pero no soy optimista; no puedo serlo. Según mi perspectiva, superado el año 2005 en algún momento perdimos la ilusión y, con ella, el norte. No es extraño, por tanto, que ya ni siquiera sepamos -y quizá ya ni nos importe- cuál es nuestro destino. Imagino que los países, a imagen y semejanza de nuestras propias vidas, tienen épocas mejores y peores… Y ésta, desde luego, no parece ejemplarizante. Con todo, a mí nuestra deriva tampoco me extraña en demasía: que levante la mano el sacerdote fiscal que en las últimas dos décadas no haya experimentado en el ámbito tributario un dislate legislativo de tal calibre que, en cierto modo, sirviera de augurio a lo que ahora -en el universo penal- ha ocurrido con el adefesio de la ley del sí es sí.
Todo, en fin, forma parte de la misma degradación y, lo peor, es que ésta no tiene un particular color político: todos, de un modo u otro, han remado hacia la catarata… Y ahí vamos todos, en ese barco que va tomando velocidad según degenera más y más.
No quiero terminar sin retomar el hilo con la isla Henderson: el planeta, efectivamente, nos llama a resetearnos, a reciclarnos y a tomar consciencia de que debemos cuidarlo. Y quiero pensar que la inmensa mayoría de nosotros estamos dispuestos a ello, incluso entusiastamente. Pero, por favor, ¿es tan difícil hacer una norma antiplástico entendible, comprensible y, sobre todo, aplicable? Yo, por si acaso, en mi próxima vida me pido ser tornero fresador.
Coda: a la hora de escribir estas líneas me llega la noticia/rumor de que no es descartable que el Consejo de Ministros de hoy martes 27/12 decida vía Real Decreto-ley (¡cómo no, my friend!) diferir la ya inminente entrada en vigor de este adefesio, pero no por ser inaplicable -eso sería demasiado prosaico, vulgar, burdo- sino por ser un ingrediente que puede agravar la tensión inflacionista… ¡País! Lo dicho: agárrense a algo que aparente ser un buen asidero, ¿quizá a sus propias convicciones?
Sean buenos y misericordiosos, y que tengan un excelente 2023.
#ciudadaNOsúbdito
Y ahora el plástico… TODOS como pollos sin cabeza con una figura impositiva sacada de la chistera (oscura chistera) que más parece destinada a generar conflictividad y litigiosidad tributaria a costa de colgar alguna medalla política.
Al final acabaremos siendo «discrentes» tributarios…
Muchas gracias, Juan. Suma y sigue…